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Y DANY MURIÓ EN ESTA SEMANA SANTA Y RESUCITÓ

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No estuve en Madrid esta Semana Santa, viajé a Sevilla y asistí a algunas procesiones viviendo el respeto y  fervor con el que se acompañan allí los pasos que recuerdan el suplicio y la muerte de aquel judío, llamado Jesús,  que osó enfrentarse al poder religioso y al poderío romano.

Cuando he vuelto a pasear por mi calle, en Madrid, he dado los mismos pasos de siempre por el Paseo de la Florida, pero ya no era igual, algo había ocurrido en esta Semana Santa que me hizo ponerme a escribir estas líneas. Dany, el búlgaro de 45 años, persona sin techo, que se sentaba hacia la mitad de la calle, en la acera de los números impares, en la esquina izquierda de la escalinata de piedra que baja hasta el rio Manzanares, ya no estaba.

En su esquina, como se puede ver en la foto que encabeza este escrito, había flores, velas y  un cartón, con una cruz  negra dibujada, en el que se podía leer "Dany, 45 años". Murió en Semana Santa, según me contaron,  allí estuvo tirado en su esquina unas horas, hasta que llegó el Samur, que lo atendió y se lo llevó ya moribundo.

Era un hombre simpático, le gustaba saludar a todo el mundo desde su esquina, y algunos también le saludaban. Si le decías: "Buenos días, Dany" te contestaba con su voz ronca y en un español con acento de los países del este de Europa: "Buenos días, amigo". Era uno más de los muchos sin techo que abundan en el barrio debido a la proximidad del albergue de San Isidro, sito en el Paseo del Rey. Por la mañana, a las ocho, algunos de ellos hacen cola y grupo ante el Open Cor de la estación de Príncipe Pío para  conseguir los primeros cartones de vino blanco, luego continúan con los de los supermercado cercanos después de su apertura, así suelen pasar el día más o menos amigablemente en los alrededores de la estación de metro.

A Dany no le gustaban los grupos, él se iba con su cartón a su esquina. Muchas veces le veía con la cara llena de heridas debido a las caídas provocadas por el exceso de alcohol. Algunos días le veía con la mirada perdida y no me atrevía a saludarle, su sueño era el haber encontrado una portería para poder trabajar, no fue posible.

Cada día repetía sus paseos por la calle en busca de su sueño imposible, saludando a diestra y siniestra haciéndose querer y a veces temer cuando ya estaba muy cargado de alcohol. Algunas personas se acercaban hasta su esquina y le llevaban cosas para comer, son las mismas que ahora le han puesto flores y velas, porque Dany está vivo, ha resucitado y sigue en esa esquina que había elegido para descansar. Ahora está en Dios y con Dios, le ha llegado su Pascua. En esta tierra ya no había sitio para él, nuestros sistemas tan bien estructurados del Primer Mundo no pueden convivir con ese Cuarto Mundo de indigentes, mendigos, sin techo o inmigrantes que ambulan por nuestras calles, un mundo de excluidos al que no tenemos más remedio que acoger pero que no acertamos a darle el tratamiento adecuado.

Todas estas personas son un Viacrucis viviente, una Semana Santa continua de "pasos" dolientes porque no acabamos de resucitar, no podemos ni sabemos vivir en este primer mundo, sino a costa de la penuria, sufrimiento y pobreza de los demás. Si tuviéramos vida, si fuésemos capaces de resucitar y vivir esa experiencia Pascual que vivieron los primeros cristianos con y en torno a Jesús estas cosas no ocurrirían, todos sabríamos partir y compartir.

No he querido que Dany quedara como un excluido más, muerto en el anonimato y olvidado por esta sociedad,  porque ante Dios, Dany, nunca fue ni será un héroe anónimo.

En Madrid se considera que hay alrededor de unas tres mil personas sin techo.

 

Víctor Daniel Blanco Rodríguez

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