LOS SIGNOS NO SON LA REALIDAD SIGNIFICADA
Fray MarcosCORPUS 2025 (C)
Lc 9,11-17
Es muy difícil hablar de este sacramento. Serían tantas las desviaciones que habría que corregir, que solo el tener que planteármelo, me asusta. Hemos tergiversado hasta tal punto este sacramento que lo hemos convertido en algo ineficaz.
Hemos convertido la eucaristía en un rito cultual que se desarrolla fuera de nosotros y al que asistimos pasivamente. Nuestra tarea debe ser volverlo a cargar de humanidad. Dios es la Realidad que está en nosotros siempre y no tiene que hacer nada. El sacramento lo necesitamos nosotros para descubrirlo.
El problema de este sacramento es que se ha desorbitado la importancia de aspectos secundarios (sacrificio, presencia, adoración) y se ha olvidado totalmente su esencia, que es su aspecto sacramental. La eucaristía es un sacramento. Los sacramentos son la unión de un signo con una realidad significada.
Lo que es un signo lo sabemos muy bien, porque toda comunicación entre seres humanos se realiza a través de signos. El signo no es el pan sino el pan partido, preparado para ser comido. La clave del signo no está en el pan como cosa, sino en el hecho de que está partido. El signo está en la disponibilidad para ser comido.
El segundo signo es el vino servido, preparado para ser bebido. Es muy importante tomar conciencia de que, para los judíos, la sangre era la vida. Si no tenemos esto en cuenta, se pierde el significado. El valor sacrificial que se le ha dado al sacramente no pertenece a lo esencial y nos despista de su verdadero valor.
La realidad significada es trascendente, que está fuera del alcance de los sentidos. Si queremos hacerla presente, tenemos que utilizar los signos. Esa realidad es eterna y no se puede ni crear ni destruir; ni traer ni llevar; ni poner ni quitar. Si celebrar la eucaristía no me lleva a descubrirla, es que se ha convertido en garabato.
El principal objetivo de este sacramento es tomar conciencia de la presencia divina en nosotros. Pero esa toma de conciencia tiene que llevarnos a vivir esa misma realidad como la vivió Jesús. Si nos conformamos con realizar el signo sin alcanzar lo significado, solo será un garabato.
En la eucaristía re-significamos el amor que es Dios manifestado en el don de sí mismo que hizo Jesús durante su vida. Esto soy yo: Don total sin límites. El pan que me da la Vida no es el pan que como, sino el pan en que me convierto cuando me doy. Soy cristiano, no cuando como sino cuando me dejo comer, como hizo él.
Todas las muestras de respeto hacia los signos están muy bien. Pero arrodillarse ante el Santísimo y seguir menospreciando o ignorando al prójimo, es un sarcasmo. Si en nuestra vida no reflejamos la actitud de Jesús, la celebración de la eucaristía seguirá siendo magia barata para tranquilizar nuestra conciencia.
Fray Marcos