Lc 13, 22-30
Cuántas veces habrán pasado mis ojos leyendo esta palabra en el texto del evangelio de Lc 13, 22-30: Iniquidad.
Cuántas lo habré escuchado en la lectura de la misa del domingo o de cualquier otro día: Iniquidad.
Cuántas veces habré meditado estos versículos sin percibir la presencia de esta palabra: Iniquidad.
En esta ocasión, cuando con tiempo me puse a leer el relato que nos dejó Lucas, la palabra se encendió; se iluminó como antorcha, como hoguera en la noche. Frené y leí detenidamente las palabras que la acompañaban: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
No es palabra al uso en nuestros tiempos y sin embargo después de hacer un rastreo por Google, desgraciadamente la iniquidad fluye a sus anchas en nuestro mundo sin complejos.
Aquí pongo un par de textos que nos orientan sobre el significado de una palabra con toque siniestro (por lo menos a mí me lo parece), que no es habitual pero que lo que significa está a la orden del día.
Del Diccionario de la RAE: “Maldad o injusticia muy grande. Se refiere a una acción o situación que viola la justicia y la moral, mostrando una gran falta de rectitud y equidad. En esencia es una forma extrema de injusticia”.
Quise avanzar más sobre esto y busqué el significado bíblico: “En la Biblia, la iniquidad (en hebreo “avon”) se refiere a la maldad, la injusticia y la culpa que son resultado de la rebelión contra Dios y sus leyes. Implica una desviación intencional de la norma moral y un rechazo a la autoridad divina, a menudo resultando en consecuencias negativas tanto para el individuo como para la comunidad”.
Por lo que podemos ir viendo esto ha sucedido desde el ayer de los tiempos, en el presente actual y, por la cantidad de frentes abiertos, parece que mañana seguirá estando en nuestras vidas de forma sibilina y cancerosa. Me pregunto: ¿Siempre va a ser igual? ¿Es la enfermedad del Mal?
Dinos, Jesús, quién es comensal en tu mesa, la del Padre, la del reino de Dios, hoy.
Una voz interior preocupada y sufriente susurra: “Los niños, las mujeres y los hombres de Gaza que han perdido todo menos la dignidad humana, aunque los maten con bombas, drones y tiro al blanco en las colas para recibir alimentos. Los periodistas que han silenciado con muertes violentas. Los sanitarios que ya no tienen los mínimos para poder ayudar a sanar o bien morir. Todos los que denuncian la injusticia de un genocidio televisado y en las redes. Porque como ya dije y sigo diciendo los últimos serán los primeros.”
Un largo silencio dio paso a duras palabras envueltas en una tristeza infinita: “Y los que se consideran los primeros y se siente alabados y consentidos en la política transgresora, en los negocios abusivos que causan pobreza y deterioro en la naturaleza; los que gobiernan como si el mundo fuera de su propiedad; quienes tienen la enfermedad obsesiva del poder y el dinero; los que provocan guerras pero ellos no van; los que esquilman recursos en países pobres; los que echan por tierra los derechos humanos que tanto costó que tuvieran presencia jurídica, aunque no para todos; los que expulsan de mala manera a emigrantes; los que miran hacia otro lado… esos primeros, en el mundo, serán los últimos en la mesa del reino de Dios.”
Tras haber leído y meditado el texto de Lucas creo entender que la iniquidad es la sofisticación de la excelencia del Mal en estado puro. Utilizo la palabra “excelencia” que siempre se entiende por algo bueno, digno, sobresaliente, superior, etc. porque quiero que quede claro que el refinamiento del Mal puede llegar a unas alturas que esos adjetivos cuadran traducidos en negativo. No hacen falta más explicaciones, lo vemos a diario.
Pero no agachemos la cabeza. Mirémonos a los ojos, unamos las manos sintiendo la fuerza de la comunidad y enfrentemos al Mal con la fuerza de tres pacíficas e invencibles “herramientas” (que no armas, demasiado bélico) que puestas a funcionar serán invencibles: Fe, Esperanza y Amor.
¡Despertemos, unámonos, seamos creativos! Sabemos cuál es el Camino, conocemos la Verdad que nos hace libres y queremos vivir la Vida con la cabeza alta y la fuerza de la comunidad, como nos dice Jesús (Jn 14, 6-17)
Hay mucho que hacer. La iniquidad está normalizada y habrá que desnormalizarla hasta que desaparezca incluso del diccionario.
Mari Paz López Santos
FEADULTA, Domingo 24 agosto 2025