Ojalá se cumpla lo que por estas tierras se dice y se siente: que si la Iglesia necesita cambiar, Bergoglio "tiene los perejiles" para hacerlo con la necesaria firmeza y la debida prudencia. Ha hecho una carrera meteórica, pasando por todos los estamentos de gobierno de la Iglesia. Sabe gobernar y es prudente y predica con el ejemplo.

Es el clásico hombre del pueblo, de un barrio de Buenos Aires (Flores), que fue a la escuela común, que cursó su secundaria en una escuela técnica (se graduó de técnico químico y trabajó desde temprana edad) y que recién a los 21 años encontró su vocación religiosa. Es argentino y porteño hasta el tuétano, fanático del futbol como la mayoría (su equipo es el San Lorenzo del barrio de Almagro), afable, amigo, cercano.

Es extremadamente humilde en su corazón y en su vida cotidiana. Siendo Arzobispo de Buenos Aires no vivió en el palacio episcopal sino en un humilde apartamento de un solo ambiente con cocinita que se hizo adecuar en el edificio de la curia metropolitana, justo al lado de la Catedral. Se trasladaba a todos lados en bus o en metro y muy excepcionalmente en taxi.

A diario se le ve vestido con un sencillo y algo gastado traje negro sin ningún oropel característico de su jerarquía. Los Jueves Santo va a lavar y besar los pies al hospital neuro-psiquiatrico, al de los enfermos de SIDA (HIV), a las cárceles, y a las villas miseria, donde pese a ser el gran enemigo de los carteles de la droga, puede caminar con total libertad y con la seguridad que nadie lo va a lastimar.

No hay dudas que comienza una era de cambios en la Iglesia. Su gran desafío pasará por:

revertir la mala imagen actual de la Iglesia universal, asestar el golpe de gracia a la corrupción de la Curia romana, luchar contra la pederastia de una parte de los curas, hacer que la iglesia vuelva a sus raíces basadas en el amor a los pobres, el sacrificio y la caridad y promover lo que se ha dado en llamar "la nueva evangelización" siguiendo los pasos de S. Francisco Javier.

Escrito desde Argentina