Es de Mieres, como el padre Ángel, y eso imprime carácter. Ambos llevan décadas dando de comer al hambriento, desde Haití a La Palma, y aportando dignidad a los que más sufren, al más puro estilo del Evangelio provocador de Jesús. Y los dos, desde ayer también el chef José Andrés, son Príncipe (Princesa) de Asturias.

"La Humanidad, las personas sin voz y sin rostro, esas personas que parecen sombras en la niebla necesitan a personas que las cuiden. Necesitan a personas que las traten como personas. Esas personas no quieren nuestra limosna, quieren nuestro respeto y su dignidad. Y ese es el poder que tiene un plato de comida", dijo el cocinero y creador de la ONG World Central Kitchen durante su emotivo discurso de ayer en el teatro Campoamor de Oviedo.

Un discurso que podría estar firmado por el Papa Francisco, por el 'poverello' de Asís o por los cientos de miles de misioneros repartidos por el mundo y que este domingo celebran la Jornada del Domund aplicando, en la carne de quien más sufre, las palabras de Jesús en Mateo 25: "Tuve hambre y me disteis de comer...". Unas palabras llenas de compromiso y dignidad.

José Andrés, que ha cedido el importe del premio a los damnificados del volcán de La Palma, lleva repartidas más de 60 millones de comidas en distintas tragedias humanitarias, pero también en el día a día, consciente de que "podemos llevar estabilidad y paz a distintas partes del mundo, pero solo si primero nos aseguramos de que las familias tienen alimentos en la mesa".

"Nuestro futuro depende de que el mundo se alimente mejor (...). Un mundo en el que la comida sea la solución, no el problema", sostuvo. Un mundo que pueda terminar con el hambre, como desde hace décadas llevan reivindicando instituciones como Manos Unidas.

"El poder de la comida", subrayó el chef, porque "plato tras plato se pueden encontrar soluciones muy simples a grandes problemas". No estaría de más que recordáramos que Jesús no hizo grandes proclamas en los templos, sino en torno a una mesa, a unos panes, unos peces. Que murió y resucitó partiéndose y compartiendo. Porque el cocinero, ayer, nos lo recordó sin decirlo.

Como Jesús, José Andrés es "un inmigrante del mundo", y reivindicó que "los inmigrantes construimos puentes porque tenemos que hacerlo". "El mundo necesita mesas más largas, en las que la comida pueda servir para unirnos y no muros más altos que nos mantengan separados", clamó en la capital de Asturias.

"Debemos mejorar la salud y ahorrar dinero si a diario proporcionamos a nuestros niños y personas mayores comidas nutritivas y sanas", concluía. "Debemos alimentar al mundo de esperanza".

Desconozco si José Andrés es creyente, pero sin duda, le quiero en mi equipo. En el equipo del evangelio de Jesús.

Jesús Bastante

Religión Digital