LUIS MARTÍNEZ, Madrid, 19 enero 2021, EL MUNDO / CINE

El director de 'Adú' se convierte en el más nominado a los Goya en su segunda película tras una vida entera dedicada a la televisión

adu salvador calvo
Salvador Calvo (el segundo por la derecha) posa con los miembros del reparto de 'Adú' Anna Castillo, Adam Nourou y Luis Tosar. EFE

La casualidad, el destino o una combinación por fuerza extraña de los dos ha hecho que la película más nominada a los Goya con 13 candidaturas (por un momento llegaron a ser 14) resuma en sí todas las contradicciones del año que nos asiste. Nunca antes una producción estrenada a principios de año ha sido capaz de tanto. Pocas veces un director que apenas junta dos películas en su filmografía, pese a su veteranía en el audiovisual (lleva haciendo televisión desde hace 20 años), llegó tan lejos. Y de forma completamente inédita y sin pretenderlo, en contadas ocasiones una película se antoja tan oportuna. 'Adú', de ella hablamos, congrega en su argumento el perfecto resumen de todos los males que nos asedian y Salvador Calvo (Madrid, 1970), él es el director, puede presumir de haber convertido la normalidad de su oficio en la mayor excepción en un año excepcional. Tras rodar '1898. Los últimos de Filipinas' en 2016, el que fuera responsable de teleseries que van de 'El padre de Caín' a 'Alakrana' pasando por parte de 'Las aventuras del capitán Alatriste' ha convertido su segundo largometraje en, por orden: a) la película española del 2020 hasta el momento; b) un meditado alegato contra la situación de un continente entero (África); y c) un minuciosa descripción de la herida abierta de la inmigración en plena pandemia.

¿Hasta qué punto ha sido una sorpresa verse en lo más alto de todos los titulares?

No había pronósticos y, por tanto, todo resultado iba a ser sorprendente. Tengo que admitir que cuando me dijeron la fecha de estreno, entre los Goya y los Oscar muy a principio de año, pensé que era un desastre y que no íbamos a tener ninguna repercusión. La prensa hablaba de otra cosa, de otras películas... Sin embargo, la taquilla fue bien y, de repente, llegó el confinamiento en marzo y se cerraron todos los cines. Tuvimos suerte. Pero lo cierto es que no creía que aguantara hasta finales de año para la temporada de premios. Sólo recuerdo 'El olivo', de Icíar Bollaín, en una situación parecida.

'Adú' ha sido la sexta película más taquillera del año. En un año como éste, con la recaudación por los suelos, ¿este dato es quizá una responsabilidad de cara la profesión?

El pensar que mi película ha ayudado a los cines es sin duda una satisfacción. No entiendo el cine sin las salas de cine por mucho que haya hecho toda mi vida televisión. Tengo claro qué es una cosa y qué es otra. Y nunca serán equivalentes. Como espectador, no como director, tengo un miedo terrible a que las salas desaparezcan.

¿Siente que su película de alguna manera ha sido casi una premonición de la que se nos ha caído en 2020 y siguientes?

El problema de la emigración no ha hecho más que crecer. Basta mirar a lo que está ocurriendo en Estados Unidos con la caravana de guatemaltecos y hondureños atravesando México camino del acto que hará a Biden presidente. Con la pandemia, las prioridades cambiaron y la emigración desapareció como problema prioritario, pero va a volver a la actualidad de forma brutal.

Si ocurre que alguna vez salimos de la pandemia, ¿cree que afrontaremos la cuestión de la emigración de otro modo?

Todo forma parte del mismo problema, de cómo nos relacionamos entre nosotros y con la naturaleza. El sistema está enfermo y tenemos que replantearnos todo. La pandemia ha sido un tirón de orejas, una llamada de atención a las sociedades desarrolladas que siempre nos hemos creído a salvo. Ahora sí: o cambiamos o adiós. Ya no hay tiempo. La emigración es gente que necesita trabajo y comida. Y ya está. Si hay gente que necesita irse de su país para buscar trabajo, la responsabilidad es de todos. Estamos haciendo algo mal.

¿Cree que ésa es quizá la razón de ser de una película como 'Adú': llamar la atención sobre lo que se está haciendo mal?

Para mí, lo más sorprendente y gratificante ha sido ver la cantidad de mensajes de agradecimiento recibidos de espectadores africanos.

¿Cómo encontró al protagonista? Me refiero al niño, no a Luis Tosar.

La directora de casting encontró al crío por la calle en el norte del país, lejos de las grandes ciudades de Benín que, por otro lado, es un país relativamente tranquilo. Quedó fascinada con Moustapha Oumarou. El chaval no sabía ni leer ni escribir ni sabía lo que era un elefante. Lo que no hay en la aldea lo desconocía completamente. Se convirtió en el alma de la película. Nos hemos comprometido a cubrir su educación hasta los 16 años. A él y a la niña Zayiddiya Dissou.

¿Cómo cree que ha cambiado la consideración de todos nosotros hacia la tele por culpa del confinamiento?

La tele ya lleva tiempo peleando por su prestigio y el confinamiento ha supuesto un enorme avance. Se han acabado los prejuicios. Ya no es un lastre en la carrera de un cineasta. Pero estoy convencido de que no debe ni puede competir con el cine. Son diferentes. Y confío en que eso permanezca. Aunque si miras la televisión actual, en según qué se están haciendo cosas mucho más interesantes que en el cine.

¿Cómo sienta eso de perder una nominación (los candidatos de los efectos especiales se repetían con 'Historias lamentables' y las normas descartan a la menos votada de las dos películas)?

Eso duele, la verdad. Alguien me ha dicho que eso es la codicia y debe de serlo. Pero duele [se ríe].