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Caridad. El Vaticano solventa la extrema precariedad de varias trabajadoras sexuales en Roma, la mayoría latinoamericanas sin papeles que no pueden acudir a las autoridades públicas para reclamar ayuda ahora que se han quedado sin clientes. (KONTROLAB / Getty)

ANNA BUJ - La Vanguardia - 03/05/2020

Al cardenal polaco Konrad Krajewski le llaman el Robin Hood del Vaticano. El jefe de la Limosnería Apostólica, el brazo de la caridad del papa Francisco, es muy popular en Roma por su labor incansable hacia los pobres. Muchos días se le puede ver por la noche dando de comer personalmente a los más necesitados cerca de la Santa Sede. Don Corrado, como le llaman, saltó a los titulares el año pasado por haber activado él mismo la corriente en la sala de contadores de un edificio en Roma donde viven unas 450 personas, la mayoría inmigrantes o sintecho, al que el propietario, un banco, había decidido desenganchar la corriente eléctrica por el impago de las facturas.

En tiempos de coronavirus, Krajewski ha vuelto a socorrer a los más necesitados con un gesto muy mediático pero esta vez no ha ayudado a los sintecho, sino a un grupo de prostitutas trans que viven en Torvaianica, a las afueras de Roma, y han perdido sus clientes –y por lo tanto, su sustento– a causa de la pandemia. “Empezaron a venir justo al inicio de la crisis sanitaria. Primero una, luego esta llevó a otra, luego a dos o tres más... En total han llegado entre 15 y 18 de ellas, son latinoamericanas, argentinas la mayoría, que acudían a la parroquia a pedir al principio alimentos, y luego ayuda para pagar la factura del gas o parte del alquiler”, cuenta por teléfono don Andrea Conocchia, el sacerdote de la parroquia Beata Virgen Inmaculada de Torvaianica.

“Lo único que hemos hecho es volver a la esencia del Evangelio”, dice el cura que ha hecho de intermediario

A don Andrea, que no dudó en darles lo que podía desde el principio, se le ocurrió entonces que siendo el papa Francisco de la misma nacionalidad que las afectadas igual podría ser sensible a unas historias “de tanto dolor, de gran soledad y de aislamiento de las familias”. “En muchos casos –explica– han perdido el contacto con sus padres o estos no saben a qué se dedican realmente en Italia”. Así que les animó a escribir al Papa, primero contando su experiencia y su situación, y luego pidiendo ayuda en estos momentos de dificultades. “Hallé a algunas llorando mientras escribían. Revivían sus recuerdos y me decían ‘don Andrea, el Papa, que tiene tantas cosas importantes que hacer, para qué me va a escuchar a mí que soy una pecadora’. Terminaban las cartas pidiéndole a Francisco que rezara por ellas”, relata el sacerdote.

Conocchia entonces envió las cartas pero no se atrevió a dirigirlas directamente al Pontífice, sino que las mandó al cardenal Krajewski, quien se ocupó de que la ayuda llegara inmediatamente, aunque no quieren revelar de cuánto dinero se trata. Ellas respondieron con mensajes de voz a Francisco agradeciendo el gesto. “Que Dios le bendiga, mil gracias por todo”, afirmaron en español.

“No entiendo por qué esto está generando tanta atención”, ha declarado el cardenal limosnero a Reuters. “Es un trabajo ordinario para la Iglesia, es normal. Todo está cerrado, no tienen recursos, y fueron a su pastor. No podían haber acudido a un político o un parlamentario –porque no tienen papeles–. Y el pastor vino a nosotros”.

Algunas de estas personas son muy creyentes, pero no practican, “porque en muchos casos viven al margen de la sociedad”, asegura una activista.

Según Porpora Marcasciano, presidenta de Movimiento Identidad Transexual (MIT), una asociación italiana que apoya los derechos de las personas trans, se estima que en toda Italia viven entre 7.000 y 8.000 migrantes trans que se dedican a la prostitución, la mayoría latinoamericanas de países como Brasil, Colombia, Ecuador o Perú, y que se concentran en los alrededores de grandes ciudades como Roma, Milán o Bolonia. No sólo las de Torvaianica, todas se encuentran en dificultades económicas por la pandemia. “El gesto del cardenal y del Papa es importante porque da un mensaje que visibiliza esta situación –reconoce–, pero antes ya otras organizaciones de la Iglesia y la nuestra llevábamos tiempo movilizadas con recogida de fondos y ayuda directa de comida”.

Algunas de estas personas son muy creyentes, pero no practican, “porque en muchos casos viven al margen de la sociedad”, asegura la activista. Don Andrea coincide: desde que en septiembre se hizo cargo de la parroquia, en ocasiones le han pedido que bendiga imágenes de la Virgen o ahora, antes de aceptar comida o donaciones, quieren rezar una plegaria.

“Al final lo único que hemos hecho es volver a la esencia del Evangelio, que no sólo nos habla de María Magdalena, sino que también nos pide dar de comer al hambriento y de beber al sediento”, asegura el sacerdote. “Es una crisis sanitaria, pero también social, y nos debemos implicar todos. Pero yo también veo esto como una oportunidad: es como si me las hubiese mandado Dios para conocerlas”, apostilla Don Andrea, antes de colgar.

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