El jesuita Daniel Cuesta, publica 'La procesión va por dentro' (Grupo de Comunicación Loyola), que se ha convertido, sin pretenderlo, en un libro de referencia para estos días en los que, a causa del coronavirus, las procesiones sí que tendrán, literalmente, un carácter interior.
Hablamos con su autor, el jesuita Daniel Cuesta, sobre la Semana Santa y sus raíces; nos introducimos en el mundo de las hermandades y cofradías (que no son, como veremos, lo mismo); y trataremos de desentrañar cómo se vive esta Semana Santa sin procesiones ni actos públicos, pero sin olvidar lo esencial: la Muerte y la Resurrección de Cristo.
En esta Semana Santa, con la que está cayendo, la procesión sí que parece que va a ir por dentro. O las procesiones. ¿Cómo se vive la Semana Santa y sus ritos desde el confinamiento?
Creo que las cofradías, como realidades eclesiales que son, se han sumado con toda naturalidad a esta eclosión digital que estamos viviendo en la Iglesia. Es decir, las hermandades han asumido con responsabilidad y seriedad la suspensión de las procesiones, pero han entendido que esto es una cosa muy distinta a la suspensión de la Semana Santa, puesto que ésta sí que va a celebrarse. Y, por eso, la mayoría de las cofradías españolas está continuando con aquello que tenían preparado para estos días, pero a través de la pantalla.
La verdad es que la creatividad, el trabajo y la implicación de los hermanos de las cofradías está siendo impresionante. Están los que mandan las oraciones del septenario o la novena por whatsapp (en un vídeo, documento o enlace), los que retransmiten los cultos desde la iglesia, sólo con presencia del sacerdote y un par de cofrades etc. Y esto no ha hecho más que empezar, puesto que la mayoría de las hermandades están preparando ya lo que harán la próxima Semana Santa. Ahí habrá iniciativas de todo tipo, desde los que emitirán una reposición de las procesiones de otros años, hasta los que retransmitirán la Estación de Penitencia o el Vía Crucis en streaming. Nosotros, por ejemplo, desde nuestro canal de youtube (Voces Esejota), vamos a sacar cada día un vídeo con una meditación cofrade que, precisamente lleva el título de “La procesión va por dentro”. Pero estoy convencido de que ésta será solo una iniciativa más para que la gente pueda vivir intensa y cristianamente la procesión desde casa. ¡Al final lo difícil será elegir a qué procesión ir!
Y, no quiero cerrar esta pregunta de cómo vivir la Semana Santa y los ritos sin hablar de la caridad (que es algo esencial en el mundo de las cofradías). Porque estos días las hermandades y cofradías están demostrando que son asociaciones humanas y sobre todo cristianas. Desde el primer día, en todas las ciudades ha habido grupos de cofrades que se han ofrecido a hacer la compra y ayudar a personas mayores. Muchas de las hermandades han dejado de coser mantos y túnicas para dedicarse a hacer mascarillas para hospitales y residencias de ancianos. Además, la mayoría de las cofradías van a destinar el dinero que iban a gastarse en la salida procesional (y a veces incluso más) a la ayuda de las personas e instituciones que más sufren las consecuencias de esta pandemia. En este sentido, el otro día un grupo de jóvenes me contaba su iniciativa de montar un cortejo digital: “La Procesión de la Ayuda”, en la que pudieran participar cofrades de toda España, haciendo una aportación económica destinada a la caridad.
En definitiva, las cofradías han demostrado que, aunque se hayan suspendido las procesiones, la Semana Santa se va a seguir celebrando. Sin duda con más pena, con menos elementos folclóricos o distrastivos, pero no por ello con menos trabajo, implicación y fe.
¿Cuál es la realidad de las cofradías en España?
La realidad de las cofradías en España es compleja (como la de casi todas las realidades contemporáneas). Puesto que, en un momento social de secularización y rechazo de lo explícitamente religioso, las cofradías han experimentado un auge que pocos podrían esperar hace unos años. De hecho, en los últimos 20 años se ha triplicado el número de cofrades de España, convirtiendo a las hermandades en el movimiento asociativo más importante de nuestro país.
Ahora bien, sería ingenuo pensar que este crecimiento tan grande es reflejo directo de un aumento de la fe y la práctica cristiana de nuestro país. En este sentido, hace poco un compañero jesuita me hacía dos preguntas muy interesantes. Me preguntaba si creía que las cofradías eran símbolo del auge o de la decadencia de la Iglesia, y si las hermandades eran el final de un itinerario, o la puerta de entrada a la fe. Creo que se trata de preguntas muy difíciles de responder, ya que las cofradías son, a la vez, una cosa y la otra. Porque las cofradías no son grupos homogéneos, sino más bien una comunidad formada por personas que tienen una vivencia de la fe muy diferente. Para muchos, la pertenencia a la cofradía constituye una comunidad cristiana en la que vivir su fe de una manera seria, profunda y comprometida. Para otros, la hermandad es un complemento a la fe que viven comunitariamente en su parroquia. También hay para quien las cofradías son el único nexo que tienen con la fe y con la Iglesia, aunque sea solo durante unos pocos días al año. Y, por último, están los que pertenecen a las hermandades manifestando abiertamente su agnosticismo o ateísmo, algo muy difícil de entender, pero que está ahí.
Ante este panorama, Luis Espina, un compañero jesuita me decía que para él la clave estaba en el hecho de que cada persona vive la religiosidad popular (y su pertenencia a las cofradías) de la misma manera que vive su fe. Desde ahí se entiende que entre las filas de las hermandades haya gente de todas las sensibilidades y niveles en lo que a la vivencia de la fe se refiere. Pero vamos, que, aunque en las cofradías esto sea quizá más notorio, o exista más fama de ello, esta realidad no es muy distinta que la de otras asociaciones o fenómenos de nuestra sociedad. Pensemos en la heterogeneidad de las personas que hacen el camino de Santiago. O en la diversidad de niveles existentes en la vivencia de la fe de los miembros de la comunidad educativa de un colegio católico. O incluso en una parroquia, entre las familias que se acercan a la catequesis de Primera Comunión, o los jóvenes de confirmación, etc.
Por ello, creo que la realidad de las cofradías no es otra que la de nuestra sociedad: heterogénea y difícilmente clasificable. Para mucha gente son una verdadera comunidad cristiana, para otros son su contacto con la fe, para unos son puerta de entrada, para otros, el final de un camino o un fin en sí mismas. Pero, hay algo que creo que es innegable, y es que, hoy por hoy, las hermandades son una de las mayores plataformas de acceso a la Iglesia con las que cuenta la Iglesia. Y, pese a que eclesialmente ahora se está poniendo mucha atención en todo ello, no sé si estamos sabiendo aprovechar esta oportunidad para acercar a Dios a tantas personas que, si no, probablemente no tendrían relación con Él.
¿Cuál es la auténtica importancia de las cofradías y hermandades? ¿Sólo son personas que sacan al Cristo o la Virgen en procesión? ¿Qué más hay (son la mayor ONG de este país)?
Los miembros de las hermandades y cofradías solemos distinguir entre dos términos que para la gente de fuera son sinónimos: hermandad y cofradía. Y así, la hermandad sería la comunidad cristiana que vive su fe y su pertenencia a esta corporación los 365 días al año. Mientras que la cofradía es la hermandad en la calle, durante las procesiones. Ambos términos son complementarios, y no pueden vivir el uno sin el otro. Porque sin hermandad, sin un grupo de personas que trabajen todo el año, no hay cofradía posible. Y, al revés, la cofradía en la calle quiere ser reflejo físico y testimonial de lo que la hermandad es todo el año: un grupo de creyentes que comparten su fe en torno a unas determinadas advocaciones de la Pasión de Cristo y los Dolores de la Virgen.
Es verdad que hay personas que solamente viven la experiencia de la cofradía y se pierden la rica experiencia de ser hermandad todo el año. Por muchos motivos, porque viven fuera de la ciudad en la que está su cofradía, porque tienen su comunidad de referencia en otra parroquia distinta de la de la hermandad, porque todo esto no les interesa y se conforman con salir en procesión, porque no tienen fe, etc. Pero, lo que no debemos olvidar, es que en las hermandades hay siempre un grupo más o menos numeroso que no sólo es activo todo el año, sino que además vive su pertenencia entendiendo que ese es su lugar para vivir el Evangelio en medio del mundo.
Me preguntas también si en las hermandades hay algo más que procesiones, o sea, si son más que cofradías ¿no? Hay una frase que creo que es de Ángel Marín Rújula que dice que “las hermandades nacieron por la fe, deben vivir de la esperanza y nutrirse diariamente del ejercicio de la caridad”. Me parece que es una gran definición de lo que vive un cristiano en el entorno del mundo de la Semana Santa, pero claro, es algo que hay que vivir. Para mí, la vivencia de las hermandades se articula en tres pilares fundamentales: vida comunitaria (o sea, fraternidad y caridad), veneración de las imágenes y procesión (que es en realidad la síntesis de las dos anteriores). Esos son los tres capítulos principales en los que divido mi libro, así que, si alguien quiere saber más… no tiene más que comprarlo y ponerse a leer, que tampoco se trata de desvelar aquí todos los misterios.
¿Cómo están viviendo la situación? Para muchas de ellas, la situación es una auténtica prueba de fuego. No poder sacar los pasos debe ser duro.
Creo que esa es la imagen que tienen muchas personas que no conocen las hermandades. Se está hablando mucho de prueba de fuego, drama, tragedia… Pero la realidad es que el cofrade normalmente vive con esta incertidumbre, porque todos los años se cuenta con la posibilidad de que la procesión pueda suspenderse a causa de la lluvia. Así que, aunque el hecho de suspender las procesiones sea duro, el cofrade sabe que la Semana Santa y la hermandad son mucho más que eso. De hecho, estoy seguro de que los verdaderos cofrades van a salir en procesión este año, y no me refiero solo a hacerlo digitalmente, sino que lo van a hacer desde el corazón, uniéndose a Cristo y a la Virgen en los principales momentos de la Pasión.
¿Cómo saldrán las cofradías de esta pandemia, de esta Semana Santa sin pasos?
El Papa Francisco decía el otro día en una entrevista que de esta pandemia saldremos menos, pero que seremos mejores. Yo creo que en las cofradías va a pasar algo parecido. Dios quiera que en la Semana Santa de 2021 volvamos a encontrarnos los más posibles y no tengamos que echar de menos a demasiadas personas. Porque te aseguro que es duro ver como van muriendo algunos hermanos de las cofradías y pensar que no podemos acompañar a sus familias en este momento, ni celebrar por ellos un entierro digno, ni hacer muchas de las cosas que dan consuelo y quitan amargura a estos momentos. Celebrar la Semana Santa sin esas personas que han sido puntales de las cofradías y que han trabajado durante años por sus hermandades será duro.
Por ello, creo que esta Semana Santa 2020 nos va a marcar. Puesto que toda esta crisis nos está recordando que no somos todopoderosos ni podemos controlarlo todo. Nos está haciendo ver lo mucho que nos necesitamos los unos a los otros, y, en el mundo cofrade, lo que necesitamos a nuestra hermandad: sus miembros, sus cultos, sus imágenes, sus procesiones… Creo que al vivir una Semana Santa despojada de todo lo exterior, vamos a saber valorar mejor la entraña de lo que celebramos. Y no digo esto pensando en que haya que suprimir después los pasos, los cirios, el incienso y las músicas, sino más bien porque, cuando los recuperemos y podamos salir de nuevo a la calle con nuestra planta de procesión, sabremos valorar las cosas en su justa medida ¡y también disfrutarlas!.
¿Por qué el mundo cofrade tiene tantos detractores?
Hay dos razones fundamentales. La primera es porque no acaba de encajar en la vivencia excesivamente intimista e intelectualizada que solemos tener de nuestra fe. El mundo cofrade busca las masas de gente ante las que saca a sus imágenes, se relaciona por medio de los sentidos y expresa su fe por medio de gestos visibles que a veces nos resultan difíciles de encajar. Te voy a poner un ejemplo, pese a que en Navidad y el Viernes Santo besemos las imágenes del Niño Jesús y del Crucificado, este tipo de prácticas no son demasiado bien miradas por ciertos sectores eclesiales que buscan un culto más puro e intelectualizado. Sin embargo, los cofrades buscan poder tocar, besar y expresarse, buscando la mediación de la imagen de madera que se convierte en vehículo para rezar a Dios. Esto es algo que a veces se mira con sospecha, como si se tratara de una práctica religiosa de segunda categoría (aunque en el fondo, por muy intelectuales que seamos… todos tengamos una imagen de devoción a la que visitamos y veneramos). Con todo, creo que el Papa Francisco está ayudando a que esto cambie un poco. Supongo que verías como el otro día, en la Urbi et orbi, Francisco tocó la imagen de la Virgen y besó el Crucifijo.
La segunda razón es más triste, puesto que implica asumir que el mundo cofrade tiene muchos detractores porque ha habido hermanos que no han vivido su pertenencia a la cofradía como deberían y han generado ruido y escándalo ante de la sociedad. Han buscado sus propios intereses, han reñido con otros hermanos, han realizado un culto vacío, se han olvidado de los pobres etc. Sus acciones han ensombrecido la labor callada y silenciosa de todos aquellos hermanos que se han desvivido para que su hermandad fuera de verdad una comunidad cristiana. En el fondo, no es algo muy distinto de lo que le pasa a la Iglesia ante ciertos sectores de la sociedad. El mal ejemplo de algunos cristianos ha desprestigiado el testimonio de muchos creyentes que tratan de seguir a Jesucristo en la Iglesia. Tanto en el caso de las cofradías, como en el de la Iglesia, se toma la parte por el todo, y eso no hace bien a nadie.
¿Qué has pretendido con este libro?
Con este libro he pretendido narrar la experiencia cristiana que vive un cofrade que quiere vivir con profundidad su seguimiento de Cristo desde su hermandad. Y lo he hecho pensando en que esto pueda ser leído tanto por cofrades como por no cofrades. Así, los primeros están descubriendo entre sus páginas muchas experiencias con las que se sienten identificados. De hecho, algunos de ellos me están escribiendo para contármelo. Y es que, se trata de un libro compuesto a base de testimonios reales, que van desde la descripción de lo que uno siente cuando hace oración delante de una imagen en su capilla, hasta la experiencia del perdón, tan necesaria en las discusiones y malentendidos que a veces se dan en las hermandades (como en todo colectivo humano). Por su parte, los segundos, los no cofrades, están descubriendo en el libro que quizá estaban enfrentándose a las cofradías con una mirada un tanto superficial, sin tener en cuenta que “la procesión va por dentro”. Hay gente que me ha dicho que el libro le ha despertado mucho interés, precisamente porque quiere entender por qué para muchos cristianos es tan importante el mundo de las hermandades, o por qué los jóvenes (que por lo general no se interesan demasiado por la Iglesia), se desviven por las hermandades y cofradías.
En el fondo, siento que con este libro no he hecho gran cosa, puesto que solamente he ordenado y sistematizado una serie de vivencias y testimonios, en la construcción de un retrato de lo que quiere ser una hermandad ideal. Pero, el Señor ha multiplicado ese pequeño esfuerzo que he hecho, y se ha servido de mis palabras para que éstas sean instrumento de ayuda para que muchos puedan o bien acercarse a las cofradías, o bien vivir su pertenencia a ellas con mayor profundidad. Y reconozco que esta experiencia está siendo muy bonita y me está haciendo sentir pequeño y darle gracias a Dios.
¿Cómo estás viviendo tú el confinamiento? ¿cómo crees que saldremos de esta crisis?
Yo estoy viviendo el confinamiento con mucha fe, pero también con mucho dolor por todo lo que está pasando. Me tocó mucho por dentro cuando Seve, nuestro superior, fue hospitalizado por una neumonía causada por el coronavirus. Gracias a Dios ya está en casa, pero su enfermedad me hizo darme cuenta de la gravedad del asunto y de que, como religioso tenía que intentar ayudar, en la medida de mis posibilidades, a acompañar y dar esperanza a quien está enfermo o se siente solo. Así que, a mis labores diarias de estudio (porque la universidad sigue adelante) he unido la de llamar por teléfono a las personas que pueden necesitar un ratito de conversación y compañía. Por otro lado, me está costando mucho ver como, día tras día, la lista de difuntos conocidos va siendo cada vez más larga. Hay muchas personas que me piden que ore por sus difuntos, que rece un responso por ellos. Y, como no puedo salir de casa por el aislamiento que nos impone el haber convivido con un enfermo de coronavirus, procuro hacerlo, con la convicción de que es mi pequeño granito de arena en medio de esta pandemia. A esto además se suman todas las iniciativas de pastoral online que hemos sacado desde la plataforma #encasaconDios, y que están siendo un signo de esperanza para muchas personas que se encuentran en sus casas, echando de menos a sus comunidades cristianas. En el fondo todo suma. Pero si hay algo verdaderamente importante en mi día a día es el poder dedicar tiempo de calidad a la oración. Porque, especialmente ahora que el ritmo es exigente y las vivencias muy duras, uno siente que necesita reposar en Dios y dejar que Él alivie los cansancios y agobios que este confinamiento y esta pandemia pueden producir. La verdad es que no me imagino cómo sería vivir esta pandemia sin la oración, porque para mí está siendo ese puntal en el que apoyarse.
Y ¿cómo creo que saldremos de la crisis? Pues estoy convencido de que vamos a salir muy debilitados, pero, como dice el Papa, mejores. Debilitados en lo físico, lo psicológico, lo económico y tantas otras cosas. Pero mejores porque, en esta crisis estamos descubriendo que no somos todopoderosos, que nos necesitamos los unos a los otros y que necesitamos de Dios. Si somos capaces de grabar a fuego estos aprendizajes en nuestra experiencia (y no surfear sobre ellos), creo que ciertamente, seremos mejores personas y mejores cristianos.
Jesús Bastante
Religión Digital