«La Curia tiene un defecto, es vaticanocéntrica. Se ocupa de los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses temporales. Esta visión vaticanocéntrica se olvida del mundo que la rodea. No comparto esta visión y haré lo posible para cambiarla».

Eso aseguraba Francisco en el diálogo-entrevista que el martes de la semana pasada mantuvo con Eugenio Scalfari, el declaradamente ateo fundador del diario La Repubblica, a quien ya envió recientemente una larga carta. El coloquio que ahora ambos han mantenido cara a cara se plasmaba ayer en una triple página en el rotativo.

Justo el mismo día en que arrancaba el G-8 Vaticano, la primera reunión del consejo de ocho cardenales procedentes de todos los continentes que ayudarán al Papa a reformar la Curia; Francisco volvió a sorprender con sus críticas al Gobierno central de la Iglesia y a sus responsables. «Los jefes de la Iglesia con frecuencia han sido narcisistas, adulados y malamente excitados por sus cortesanos. La Corte es la lepra del Papado», reveló Francisco al veterano periodista italiano, precisando que aunque «la Curia no es la Corte» de vez en cuando en ésta hay «cortesanos».

El Papa ya envió una extensa carta a Scalfari el pasado 11 de septiembre, en la que respondía a los interrogantes que el fundador de La Repubblica le lanzaba en dos de sus columnas de opinión. Y unos días después, la secretaria del periodista le anunciaba con voz agitada que tenía al Papa al teléfono. «Buenos días, soy el Papa Francisco», se presentó el Pontífice, preguntando a continuación a Scalfari si le parecía bien que se vieran. «Veamos mi agenda: el miércoles no puedo, el lunes tampoco. ¿Le va bien el martes?», preguntó el Papa. El martes de la semana pasada, en la residencia Santa Marta, tuvo lugar el encuentro.

En el diálogo que ambos mantuvieron, Francisco dejó muy claro el rumbo que quiere imprimirle a su Pontificado. «La Iglesia tiene que volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los obispos, curando almas, están al servicio del pueblo de Dios», afirmó. Además, condenó duramente el clericalismo. «Cuando tengo en frente a un clerical me vuelvo anticlerical de golpe», confesó el Papa, medio en serio medio en broma. «El clericalismo no debería tener nada que ver con el cristianismo».

Inaudito también resulta oír a un Papa decir que el «proselitismo es una tontería». «Nuestro objetivo no es el proselitismo, sino escuchar las necesidades, los deseos, las desilusiones, la desesperación, las esperanzas», sentencia Francisco, al tiempo que reivindica el Concilio Vaticano II y su voluntad de «mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna».

El Pontífice también revela detalles del cónclave en el que hace seis meses y medio fue elegido Papa y de las dudas que le embargaron tras obtener los votos necesarios. «Antes de aceptar, pedí si podía retirarme unos minutos (...) Mi cabeza estaba vacía y una gran ansiedad me había invadido. Para hacerla pasar y relajarme cerré los ojos y desapareció cualquier pensamiento, también el de rechazar o aceptar el encargo, como por otra parte permite el procedimiento litúrgico», explica el Papa. «En un momento una gran luz me invadió, duró un instante pero a mí me pareció larguísimo. Después la luz se disipó, me levanté de golpe y fui a la habitación donde estaban los cardenales y sobre la mesa estaba el acta de aceptación. La firmé».

 

Irene Hdez. Velasco

Roma / El Mundo