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(Resúmenes de prensa)

Con la apertura por el Papa de la puerta de la Basílica de San Pedro, el próximo día 24, se abrirá oficialmente el año jubilar convocado por el Papa bajo el signo de la esperanza, una esperanza que no engaña ni defrauda porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor de Dios. A pocos días del inicio de este jubileo puede ser oportuno releer la bula convocatoria del mismo y, de paso, ofrecer alguna reflexión sobre la esperanza, como buen signo de contraste.

Pues no cabe duda de que estamos en un mundo falto de esperanza. ¿Qué esperanza puede haber para los que sufren los horrores de la guerra o las calamidades del hambre y la pobreza? Igualmente, en el mundo capitalista y consumista estamos faltos de esperanza. Los consumidores no esperan; viven en el presente del consumo y solo tienen deseos y necesidades que satisfacer. Benedicto XVI, en su encíclica Spe Salvi, afirmó que estamos ante una “crisis de esperanza”. Y Francisco, en la Fratelli tutti, habla de las sombras de un mundo cerrado y pasa revista a las heridas y atropellos que están maltratando la sociedad de nuestro tiempo, que más que a la esperanza parecen conducir a la desesperación.

La bula de Francisco hace una serie de llamamientos a la esperanza, citando personas, colectivos y lugares donde es más necesaria la esperanza: llamando a los países ricos a condonar la deuda de los países pobres que no pueden pagarla; pidiendo que cese la tragedia de la guerra; llenando cunas vacías, superando la crisis de natalidad, para que haya vida y futuro; ofreciendo oportunidades para los jóvenes; suplicando amnistía para los presos, cuidado para los enfermos y ancianos, seguridad para los inmigrantes. La bula recuerda que la base fundamental de la esperanza cristiana es la fe en la vida eterna y en la resurrección de los muertos.

Al tratarse de un año jubilar, la bula invita a recurrir al sacramento de la penitencia, que nos asegura que Dios, bondadoso, compasivo y misericordioso, perdona nuestros pecados. Y añade algo importante: la experiencia del perdón debe abrir nuestro corazón y nuestra mente a perdonar. Perdonar no cambia el pasado, pero puede permitir que cambie el futuro y se viva de manera diferente, sin rencor, sin ira ni venganza.

Francisco recuerda que el testimonio más convincente de la esperanza lo ofrecen los mártires, firmes en la fe en Cristo resucitado. Mártires que pertenecen a diversas tradiciones cristianas. Por eso el Papa expresa su vivo deseo de que haya una celebración ecuménica donde se ponga de manifiesto el testimonio de la riqueza de estos mártires. Finalmente, la bula tiene unas estupendas reflexiones sobre María como madre de la esperanza.

Según la carta a los hebreos (6,19) la esperanza es como un ancla firme y segura de nuestra alma. “La imagen del ancla, dice el Papa, es sugestiva para comprender la estabilidad y la seguridad que poseemos si nos encomendamos al Señor Jesús, aun en medio de las aguas agitadas de la vida. Las tempestades nunca podrán prevalecer, porque estamos anclados en la esperanza de la gracia”.

 

Martín Gelabert

Religión Digital