ISAÍAS 45, 1 y 4-6 / TESALONICENSES 1, 1-5
José Enrique GalarretaDomingo 29 tiempo ordinario
ISAÍAS 45, 1 y 4-6
Así dice Yahveh a su Ungido Ciro, a quien lleva de la mano:
Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías.
Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces. Para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay otro.
La primera lectura introduce el tema general: el Rey Salvador. Los judíos sufren el destierro de Babilonia, suspirando por el Libertador que los devuelva a Jerusalén. Ciro, Rey de Persia, conquista Babilonia (539 aC.) y permite a los judíos el retorno. La literatura profética ve en Ciro un "Ungido del Señor", para salvar a su pueblo.
Una vez más, Dios se presenta como "Señor de la Historia" y como "el Libertador" de su pueblo, de la misma manera que lo hizo en la liberación de la esclavitud de Egipto.
Esta fe en Dios libertador del pueblo tiene sin embargo que madurar y espiritualizarse. Los judíos del tiempo de Jesús aún piensan en un Mesías libertador político. A esta mentalidad acompañan una noción del pueblo elegido como nación, como Estado, una presencia de Dios en el Templo que es garantía de seguridad del pueblo.
Y Jesús viene a dar fin definitivo a esa fe provisional. Ni el pueblo de Dios es cuestión de raza, ni Dios mora en casas hechas por mano de hombre, ni el Reino de Dios tiene nada que ver con un Estado.
TESALONICENSES 1, 1-5
Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros gracia y paz.
En todo momento damos gracias a Dios por todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones. Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.
Conocemos, hermanos queridos de Dios, vuestra elección; ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión.
A partir de hoy y hasta el domingo 33º leeremos algunos fragmentos de la carta de Pablo a los cristianos de Tesalónica. Es el primer escrito del Nuevo Testamento, fechado el año 51. Pablo fundó esta comunidad cuando fue expulsado de Filippos. Más tarde fue a Atenas y a Corinto.
Desde allí, enterado de los problemas que había en Tesalónica, les envió a su querido discípulo Timoteo con una carta en que se habla de la "Parusía", la segunda venida de Cristo, tema debatido y difícil, puesto que muchos cristianos la consideraban inminente, hasta tal punto que habían dejado de trabajar, puesto que el final de los tiempos era inmediato.
El texto de hoy es el saludo inicial de la carta, lleno del aprecio y cariño por parte de Pablo y sus acompañantes.
José Enrique Galarreta, S.J.