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ISAÍAS 40, 1-5 y 9-11 / TITO 2, 11-14 y 3, 4-7

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El bautismo de Jesús


ISAÍAS 40, 1-5 y 9-11

Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios

Hablad al corazón de Jerusalén, gritadle:

que se ha cumplido su servicio

y está pagado su crimen,

pues de la mano del Señor ha recibido

doble paga por sus pecados.

 

Una voz grita:

en el desierto, preparad un camino al Señor...

allanad en la estepa

una calzada para vuestro Dios.:

que los valles se levanten, que los montes y lasa colinas se abajen

Que lo torcido se enderece

Y lo escabroso se iguale.

 

Se revelará la gloria del Señor

Y la verán todos los hombres juntos

-ha hablado la boca del Señor -.

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión,

alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén.

álzala, no temas,

di a las ciudades de Judá: "aquí está vuestro Dios".

Mirad, viene Él con su salario

y su recompensa le precede .

Como un pastor apacienta su rebaño,

su brazo lo reúne

toma en brazos a los corderos

y hace recostar a las madres.

 

A partir del capítulo 40 y hasta el 56, la profecía que llamamos de Isaías recibe el nombre de "Deuteroisaías" o "Libro de la consolación", obra probablemente de un profeta del siglo VIII, durante el destierro en Babilonia.

Sigue teniendo gran belleza literaria, pero además es más avanzado teológicamente: su monoteísmo es más definido y se muestra una religiosidad más universal.

La obra se concibe como un segundo Éxodo, anuncio del regreso a la Tierra, a través del desierto, como un canto de esperanza y de consuelo para los desterrados.

Los tres Sinópticos utilizan sus palabras como presentación del Bautista, presentándolo así como cumplimiento de esta profecía.

 

TITO 2, 11-14 y 3, 4-7

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación a todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa de Dios y de nuestro Señor Jesucristo.

Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador.

Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.

Las cartas a Timoteo y la carta a Tito suelen llamarse "Pastorales", porque su contenido es menos teológico y atiende más al cuidado de las comunidades.

Escritas probablemente por un discípulo de Pablo, aunque puestas en boca de éste. Tito era da familia pagana, fue colaborador estrecho de Pablo, fue su legado en Corinto y rigió la Iglesia de Chipre. El fragmento de hoy fundamenta la vida cristiana en la fe en Jesús, aparición de la gracia de Dios e invitación a una vida nueva.

 

José Enrique Galarreta, S.J.

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