NO AÑADÁIS NADA A LO QUE OS MANDO
África de la Cruz ToméDOMINGO XXII T.O.
(Mc 7, 1-8, 14-15.21-23)
Jesús defiende a los discípulos frente a la proliferación de preceptos humanos (tradiciones) que los fariseos y letrados añaden a la Ley. Jesús hace una interpretación más profunda y espiritual de la Ley, las tradiciones y la religión.
Las lecturas hablan de la grandeza y sabiduría de los mandatos del Señor frente a las tradiciones fariseas. Presentan la ley divina como palabra injertada en nuestro corazón (conciencia), que si la cumplimos nos salva, humaniza y libera. Si la aceptamos de corazón nos transforma y compromete. El que oye y aplica o pone en práctica la Palabra es como el que edifica sobre roca, sobre seguro. No teme la intemperie. La Palabra es nuestra luz y fortaleza. Nuestra inteligencia y Sabiduría. Transforma nuestra vida. Como la semilla. Como la levadura. Nos hace hombres y mujeres libres. Con la libertad de los hijos de Dios. Creados creadores, por amor y para amar y así completar, llevar a plenitud, todas nuestras potencialidades. Las que Dios nos da gratuitamente para que las desarrollemos en el servicio a los hermanos.
Y nos previenen de los riesgos que corremos si “Dejáis a un lado el mandamiento y os aferráis a la tradición de los hombres”. ¡Ay de nosotros si no discernimos entre ellas! La consecuencia, expresada por Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos” Y así el culto a Dios está vacío. Porque la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas. La religiosidad auténtica es la que nos humaniza.” Escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis, seáis felices”. La fe y religiosidad o prácticas religiosas son la respuesta humana al Proyecto de Dios para la creación entera.
Hay que diferenciar entre una religiosidad de labios afuera o de dentro, en espíritu y verdad. La religiosidad se puede deformar por concepciones falsas, obsoletas, infantilismos o miedos. Necesitamos revisar nuestras prácticas religiosas para ajustarlas al nuevo paradigma de fe y religión actualizadas. Religiosidad madura y adulta versus religiosidad supersticiosa e infantil. Acrítica. La actitud religiosa como don del Espíritu se expresa en el testimonio de vida y el compromiso compartido, comunitario. Culto y vida tienen que estar integrados. Religiosidad, liberación, transformación y realización personal plena son su manifestación. La actitud religiosa como estilo de vida. Las lecturas de hoy insisten en que practicar la palabra de Dios es la religión verdadera. Porque la vida religiosa del creyente lleva al compromiso: honradez (honestidad) con Dios y solidaridad con los necesitados. Testimonio comprometido con los pobres materiales y espirituales.
Ley y las tradiciones, ambas vienen de fuera, por tanto, son periféricas al hombre, superficiales. No le hacen ni puro ni impuro, ni justo ni injusto. Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Es la conciencia, la interioridad, la sala de máquinas donde se trabaja la honestidad, bondad y el compromiso como su expresión y culmen. Ahí, en la conciencia, dentro, en la interioridad está Dios, su Palabra, su misterio. En la conciencia es donde está incrustada la ley divina. Por eso la conciencia es la ley suprema. Es nuestra inteligencia y Sabiduría. La Palabra interiorizada es luz y fuerza. Es la huella de Dios. Por eso “No añadir nada a lo que os mando” Es suficiente. Porque es Palabra de vida eterna. Dichoso el que la escucha y pone en práctica.
Mª África de la Cruz