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JESÚS ROMPE NUESTROS ODRES VIEJOS

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Jn 6, 1-15

Hasta ahora veníamos haciendo una lectura continua del evangelio de Marcos. Hoy la interrumpimos, para leer el capítulo 6º de Juan prácticamente entero, hasta el domingo 21. La razón está en que en los tres ciclos A, B y C leeremos los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, pero no el de Juan. Se recurre a él algunas veces, cuando parece que expresa mejor que los otros algún aspecto importante. Este es el caso de hoy.

El evangelio de Marcos llegaba a la multiplicación de los panes y los peces, y este episodio está en Juan más desarrollado, de manera que ofrece todo un tratado teológico, que vamos a ir leyendo en los domingos siguientes. Desde este domingo hasta el 21, leeremos el largo capítulo 6º de Juan, que se ha llamado, "el discurso del pan de vida"

Hoy leemos el relato de la multiplicación de los panes y los peces, que dará origen a todo el sermón y las discusiones posteriores. La gente ha seguido a Jesús fuera de poblado, se hace tarde y los discípulos apremian a Jesús para que los despida. Jesús no lo hace, sino que les da de comer, con sólo cinco panes y dos peces.

En el relato se funden tres estratos: el primero, un hecho sorprendente que sin duda ocurrió, y que se conserva en la memoria de los testigos. El segundo, una amplificación de tipo más bien legendario, producto sin duda de la fama que cobró tanto el relato como el mismo Jesús. Tercero, una utilización del relato para la catequesis acerca de Jesús mismo, entendido como alimento, y aplicada después a la eucaristía.

Nos gustaría recomponer exactamente el suceso, qué pasó, qué vieron los ojos. Nos resistimos a aceptar un milagro tan poco acorde con las costumbres de Jesús; somos capaces de aceptar a Jesús sanador, pero estos otros milagros que llamamos "de naturaleza" (éste, la tempestad calmada, las bodas de Caná...) nos resultan un tanto desconcertantes.

En el que hoy nos ocupa no falta quien lo interpreta de modo completamente natural: Jesús consiguió que la gente compartiera lo que cada uno llevaba, y bastó para todos y más. El milagro consiste en que todos compartan su pan. Es muy sugerente, pero no parece que los textos estén diciendo eso. De todas formas, dada la cantidad de simbolismos que se han ido añadiendo al relato, es muy difícil conseguir una reconstrucción de los hechos.

Los símbolos intentan interpretar aquel relato, ofrecer un mensaje a la fe. Este mensaje no es el poder de Dios y la abundancia material del reino del Mesías; ésta será la interpretación de la gente, que Jesús rechaza. La interpretación vendrá dada en los párrafos posteriores, que leeremos los domingos siguientes.

 

REFLEXIÓN

Los signos del evangelio de Juan se presentan siempre a partir de una narración, para elevarse a un mensaje (y en el proceso, no pocas veces los sucesos se convierten en símbolos y al revés, los símbolos son entendidos como sucesos). Recordaremos cuatro de estos hechos/signos.

El pan (la multiplicación), el agua (la samaritana), el vino (las bodas de Caná), la luz (el ciego de nacimiento). En todos ellos, el autor se eleva de la narración de un suceso al mensaje sobre Jesús, que en los cuatro es semejante o complementario: Jesús es el pan bajado del cielo, el agua viva, el vino nuevo, la luz que lucha con las tinieblas. Son éstas interpretaciones metafóricas de Jesús las que constituyen el mensaje.

El mensaje, en estos y otros pasajes, parece variado, pero en el fondo es el mismo: el Reino como abundancia, como banquete, ofrecido por Dios mismo, visible en el Jesús de carne y hueso (de carne y sangre). Aceptar a Jesús es aceptar la abundancia del Reino, vivir saciado y a plena luz. Debemos recordar que, aunque el cuarto evangelio no tiene parábolas propiamente dichas, se expresa en términos metafóricos, no en conceptos metafísicos.

Si convertimos las metáforas en conceptos podemos llegar a conclusiones desastrosas, enteramente ajenas a lo que el autor quiso comunicar. (Como la escalofriante "teología de la comunión", entendida como "tragarse físicamente a Dios para que produzca un efecto espiritual").

Pero en este texto todavía no se ha planteado la catequesis sobre Jesús/abundancia, que veremos en los domingos siguientes. Los temas protagonistas de hoy son otros, dos en concreto y muy importantes. Ante todo, el banquete de Jesús ofrecido a toda la gente.

Todo el que viene a Jesús es alimentado, Jesús atiende al hambre de todos, simplemente porque están hambrientos. Este tema está profundamente conectado con las famosas comidas de Jesús con publicanos y pecadores. Esa "comensalía abierta" de Jesús es una de sus características, tan notable y sorprendente que provocó el escándalo de legistas y fariseos. Jesús es pecador porque come con pecadores. Pero Jesús da otra explicación: el médico tiene que estar donde están los enfermos.

Esta actitud de Jesús subvierte una concepción religiosa muy frecuente: el santo debe estar separado, lejano, elevado sobre la gente normal, que, por definición, es impura, pecadora, desconocedora de la Ley.

En resumen, Dios está en el escalafón superior, con los importantes de la religión y de la sociedad. Pero Jesús no es así, Jesús está con todos, come con todos, se roza con todos; pero más especialmente, más habitualmente, diríamos que más a gusto, con la gente más sencilla, incluso con la más marginal.

Por otra parte, los asistentes al banquete sacan conclusiones equivocadas: quieren hacerle rey. Es obvio entender que la proclamación, en Israel, equivale al reconocimiento como Mesías, el Rey Libertador por excelencia, el esperado.

Y ¿qué mejor Rey/ Mesías que alguien que cura las enfermedades y da de comer gratis y en abundancia?. Como hemos dicho ya otras veces, la gente - incluidos sus discípulos- están dispuestos a aclamar a Jesús como Mesías. A lo que no están dispuestos es a cambiar su imagen de Mesías, a admitir que el Mesías no va a ser el Rey que ellos esperan, sino Jesús, tal como es. Ésta va a ser una de las líneas de fuerza de estos cuatro domingos: Jesús va a hablar del pan del cielo, del alimento del Espíritu, y le van a entender todo al revés.

Ésta va a ser una de las crisis más fuertes de la vida de Jesús (suele hablarse de "la crisis galilea") que fue significativa en su vida, y probablemente determinante para su muerte. Pero, además, es un mensaje muy importante para nosotros: hasta qué punto seguimos a Jesús; si le seguimos solamente mientras nos parece razonable, mientras concuerda con nuestras expectativas religiosas, o somos capaces de seguirle incondicionalmente, dejándonos cambiar por él.

Fue un drama para sus discípulos, y para las primeras comunidades. Los discípulos esperaban a un Mesías Davídico. Estuvieron a punto de perder toda fe en Jesús por su muerte en la cruz. Tuvieron que cambiar de mente, y esto se produjo sólo cuando, como fruto de la resurrección, creyeron en él, como hemos visto en los domingos de Pascua.

Las primeras comunidades tuvieron que abrirse al mundo, entender que Jesús rompía los moldes de la Antigua Ley, prescindir de la circuncisión, de los alimentos tabúes, del Templo, del Sábado .... Lo hicieron: su fe en Jesús fue capaz de cambiarles radicalmente.

 

PARA NUESTRA ORACIÓN

Jesús marchándose al monte, él solo, a orar, mientras la gente se va a su casa, decepcionada, sintiendo que está echando a perder la gran oportunidad ... Se nos invita a una revisión profunda de criterios. El estilo de Jesús y nuestro estilo, sus valores y los nuestros.

Jesús es vino nuevo que rompe continuamente nuestros viejos odres. Si la fe en Jesús no nos va rompiendo constantemente viejas convicciones, desconfiemos. Jesús es caminante, siempre se marcha hacia delante: ir con Jesús es siempre estar dispuesto a abandonar algo que teníamos como seguro e indispensable; y no siempre por algo mejor sino, siempre, por confiar en él, por creer en él.

 

José Enrique Galarreta

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