col koldo

 

Hoy 1 de Diciembre es mi aniversario de cura, también un domingo de Adviento... ¡Ya 22 años! Cómo pasa el tiempo, cómo pasaron tantas cosas, alegres y difíciles, cuántas personas llegaron a mi vida y otras tantas valiosas que se fueron. Me recuerdo a mí mismo con 22 años menos, 20 kilos menos, un poco más de pelo y una sonrisa más luminosa. Pero me siento muy agradecido al Dios que inexplicablemente me eligió siendo un niño muy pequeño y me dio una misión como a Jonás, como a Pedro como a tantos compañeros que viven esta peculiar vocación.

Ser cura hoy en día no es fácil. Nos acompaña la mala fama de ser ricos, gordos, pesados y muchas veces perversos y abusadores. En las series y películas solemos aparecer como gente mala o rara. Somos carne de tópico. Sin embargo yo parto de la idea de que los curas, aunque seamos muy diferentes y variados como los bombones, cada cual intenta hacerlo bien con su estilo y peculiaridades como Dios nos da a entender.

Somos personas. No somos ángeles ni una casta superior y con conocimiento universal de todas las cosas. Pertenecemos a familias cada una con sus problemas y sus peculiaridades en las que a veces ni siquiera compartimos la fe o la vida. Nos cansamos, tenemos días buenos y malos y muchas veces nos equivocamos y caemos en oscuridades difíciles de llevar, como todo el mundo. Tenemos nuestro carácter, cualidades y defectos. Sueños y proyectos, pesadillas y frustraciones. No estamos más cerca de Dios que nadie, ni conocemos su voluntad al instante, como si fuésemos oráculos y tampoco tenemos todas las respuestas sobre la vida de los demás. Somos de nuestra tierra y nuestro mundo, hijos de nuestra historia.

Pero tenemos una misión especial

Estamos locamente enamorados de Jesús. Con nuestras ruinas y desastres, con nuestras luces y cualidades Dios nos llamó y decidimos estar a su lado como curas, y así lo hacemos cada día en la Iglesia Santa y Pecadora, pero al fin la Madre a la que amamos con todo el corazón. Somos barro y la luz que brilla en nuestros manos no es la nuestra sino la de Dios que maravillosamente hace sus obras a través y a pesar nuestro.

Un cura es especialista en cuidar a las personas. Como un pastor bueno conoce a su gente, les acompaña, les anima y les intenta transmitir siempre la presencia de Dios bueno y salvador en sus vidas. Un buen cura es como Jesús, que enseña con paciencia, perdona y acoge, reúne y celebra cosas grandes, abre los ojos a los ciegos, cura a los enfermos y heridos de la vida, resucita a tantos muertos y deprimidos. Además no se queda solo en su grupillo o parroquia sino que intenta acercarse a los que están más lejos, cuidando a los más débiles.

Y como yo digo siempre, cada uno lo hace como puede.

Yo, que soy artista y así me hizo Dios y ya no tengo remedio, jejeje, pues pongo lo que sé y lo que soy para hacer que la gente se encuentre con Jesús. Y así pinté su cara en acuarelas, esculpí su rostro en la nieve, grabe discos y escribí poesías y un libro que siempre hablan del gran protagonista de mi vida: Jesús.. Yo le hice para Él y para la gente. Si bien es cierto que muchas veces me equivoqué y me doy cuenta cada día de mis muchas miserias, sé que Él ha hecho cosas buenas por mí, por lo menos para algunas personas en estos 24 años. Ese es el gran milagro. Y sobre todo me ha ayudado a mí regalándome una vida preciosa llena de grandes experiencias y gente maravillosa.

Los curas somos parte de la Iglesia, los que siguen a Jesús. Tenemos una misión especial y a veces es difícil lidiar con nuestras cargas. Por eso os digo que ojalá descubráis la riqueza que tantos sacerdotes viven en su vocación, que les cuidéis, sí; que nos sostengáis. Porque vosotros sois nuestra familia, nuestra comunidad, con quien con compartimos nuestras vidas en cada pueblo, en cada barrio, en cada ciudad.

Curas rurales todo el día con el coche de acá para allá, curas de barrio en medio de la gente, curas viejos que gastaron su vida por su comunidad, curas de negro con clerygman e incluso sotana, curas de camisa de cuadros o camiseta, curas jóvenes e ilusionados bichos raros en medio de su gente, curas que no se cansan de intentarlo, curas que se enamoran y siguen otra vida, curas que viven solos o en comunidad, de zapatos brillantes o de botas sencillas, curas que son fuertes y débiles, hombres que Dios eligió para hacer llegar a todos el río de su salvación y su cariño. En Escuelas, hospitales, iglesias, selvas...

No sé cómo habrá sido tu experiencia al conocernos, seguro que en tu vida hay algún cura que te influyó y yo deseo que sea para bien. Quizá yo también te decepcioné u alguno de mis compañeros y no fuimos puertas sino barreras hacia Dios. Espero puedas perdonarnos y mirarnos con compasión.

Y además no se si sabes que ha habido y hay grandes curas científicos, músicos, periodistas, cantantes, escritores incluso botánicos, cocineros y hasta espeleólogos… En Madrid somos 2.549 viviendo para hacer presente a Jesús y darles esperanza para avanzar, fe para ver, Amor para vivir. Ser cura es una gran aventura, de verdad. Si eres joven igual te lo podías pensar, quizá Dios tiene un sueño precioso aquí para ti.

Y un cura es cura para siempre. Perdido, humillado, pecador o ya sin ejercer, retirado, viejo, todos sellados con un signo especial por Jesús que les eligió. A todos mis hermanos curas, los que ejercen y los que no, mi más completa gratitud y admiración por existir y compartiros con los demás.

Y a ti que te llega esta carta muchas gracias por leerme, que esto de las cartas ya no se lleva.

Gracias por todo, de corazón. Te deseo todas las bendiciones de parte de Dios.

Y de su Madre, que ella nuestro Pilar y Auxiliadora, nunca nos deja.

Un abrazo.

Toño Casado

Curartista.

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