criterios éticos
sobre EL aborto
Sin caer en la trampa del dilema entre
pro-life y
pro-choice,
bastantes personas (incluyendo representantes con
responsabilidades parlamen-tarias de diversa pertenencia,
confesional o aconfesional, así como de diversa afiliación
partidista dentro del espectro político), preocupadas
seriamente por proteger la vida, la dignidad y los derechos
de cada ser humano, coinciden en buscar la vía media para
debatir serenamente.
Con el deseo de apoyar su discernimiento, propongo el
siguiente decálogo de criterios éticos.
1.
Buscar convergencia pro-persona en posturas divergentes ante
el aborto.
Posturas opuestas pueden, sin embargo, coincidir al afirmar
que el aborto no es deseable, ni aconsejable; que hay que
unir fuerzas para desarraigar sus causas; que nadie debe
sufrir coacción para abortar contra su voluntad; y que debe
mejorarse la educación sexual para prevenir el aborto.
2.
No confundir delito, mal y pecado.
Rechazar desde la propia conciencia el mal moral del aborto
puede ser compatible con admitir la posibilidad de que, en
determinadas circunstancias, las leyes no lo penalicen como
delito. El apoyo a esas despenalizaciones no tiene que
identificarse necesariamente con favorecer el aborto a la
ligera, ni considerarlo deseable para la mujer.
3.
No ideologizar el debate, ni política ni religiosamente.
Evitar agresividad y violencia contra cualquiera de las
partes y no hacer bandera ideológica de esta polémica por
razones políticas o por razones religiosas. Ni deja de ser
un mal moral cuando la ley no lo penaliza, ni la razón de
considerarlo mal moral depende de una determinación
religiosa.
4.
Dejar margen para excepciones inéditas en situaciones
confictivas.
Las situaciones límite no deberían formularse como colisión
de derechos entre madre y feto, sino como conflicto de
deberes en el interior de la conciencia de quienes quieren
(incluida la madre) proteger las vidas de madre y feto. En
los casos trágicos no hay soluciones prefabricadas. Las
campañas de mal gusto –por ambos extremos, pro-abortistas y
anti-abortistas- no ayudan al debate.
5.
Acompañar personas antes de juzgar casos.
Ni las religiones deberían enarbolar banderas de excomunión,
ni las presuntas posturas defensoras de la mujer deberían
jugar demagógicamente con la apelación a derechos ilimitados
de ésta para decidir sobre su cuerpo en supuesta colisión
con la exigencia de respeto por parte del feto. El
aconsejamiento moral o religioso puede acompañar a las
personas en sus tomas de decisión, pero sin decidir en su
lugar ni condenarlas.
6.
Comprender la vida naciente como proceso.
La vida naciente en sus primeras fases no está plenamente
constituida como para exigir el tratamiento correspondiente
al estatuto personal, pero eso no significa que pueda
considerarse el feto como mera parte del cuerpo materno, ni
como realidad parásita alojada en él.
La interacción embrio-materna es decisiva para la
constitución de la nueva vida naciente y merece el máximo
respeto y cuidado: a medida que se aproxima el tercer mes de
embarazo aumenta progresivamente la exigencia de ayudar a
que éste se lleve a término.
Para evitar confusiones al hablar de protección de la vida,
téngase presente la distinción entre materia viva de la
especie humana (p.e., el blastocisto antes de la anidación)
y una vida humana individual (p.e., el feto, más allá de la
octava semana).
7.
Confrontar las causas sociales de los abortos no deseados.
No se pueden ignorar las situaciones dramáticas de
gestaciones de adolescentes, sobre todo cuando son
consecuencia de abusos. Sin generalizar, ni aplicar
indiscriminadamente el mismo criterio para otros casos, hay
que reconocer lo trágico de estas situaciones y debatir
ampliamente sobre cómo abordar el problema social del
aborto, cómo reprimir sus causas y cómo ayudar a su
disminución.
8.
Afrontar los problemas psicológicos de los abortos
traumáticos.
Es importante prestar asistencia psicológica y social a
aquellas personas a las que su toma de decisión dejó
cicatrices que necesitan sanación. No hay que confundir la
contracepción de emergencia con el aborto. Pero sería
deseable que la administración de recursos de emergencia
como la llamada píldora del día siguiente fuese acompañada
del oportuno aconsejamiento médico-psicológicos.
9.
Cuestionar el cambio de mentalidad cultural en torno al
aborto.
Repensar el cambio que supone el ambiente favorable a la
permisividad del aborto y el daño que eso hace a nuestras
culturas y sociedades.
10.
Tomar en serio la contracepción, aun reconociendo sus
limitaciones.
Fomentar educación sexual con buena pedagogía, enseñar el
uso eficaz de recursos anticonceptivos y la responsabilidad
del varón, sin que la carga del control recaiga sólo en la
mujer.
Sin tomar en serio la anticoncepción, no hay credibilidad
para oponerse al aborto.
Hay que fomentar la educación sexual integral, que abarque
desde higiene y psicología hasta implicaciones sociales, e
incluya suficiente conocimiento de recursos contraceptivos,
interceptivos y contragestativos.
Juan Masiá Clavel
Religión Digital