Oraciones
para la
eucaristía
ACEPTANDO
A JESÚS
(DOMINGO
14
T.O.)
ANÁFORA
Nos sale del corazón bendecir tu nombre, Padre
santo,
y mostrarte nuestro sincero agradecimiento.
Gracias, Señor.
Aunque apenas si somos capaces de vislumbrar tu
sombra,
te sentimos como un Dios cercano, bueno y
comprensivo.
Muchos de nosotros te hemos querido y respetado
desde nuestra infancia
y querríamos que esta fe en Ti nos siguiera
acompañando de por vida.
Pero te confesamos nuestro pecado, te creemos
Dios exclusivo nuestro,
nos cuesta convencernos de que eres el Dios
bueno de toda la humanidad,
el Dios y Padre de todos los seres humanos,
creyentes y no creyentes.
Haznos comprender que quieres a todos tus hijos
de la misma manera,
que no tienes preferencias con ninguna raza ni
religión ni estatus.
Sintiéndonos fraternidad, unimos nuestras voces
a todos los hermanos
para entonar en tu honor este canto de alabanza.
Santo, santo…
Te bendecimos una vez más, Padre y Madre de
todos,
porque nos has regalado la experiencia vital de
tu hijo Jesús
y su palabra profética, fiel reflejo del
Espíritu que en él infundiste.
Optó por los pobres y oprimidos, para que
dejaran de serlo.
Creemos en Jesús y aceptamos de corazón sus
enseñanzas.
Por él sabemos que el único signo de identidad
de los que le siguen
es hacer presente en el mundo su fuerza
salvífica, seguir su misión,
continuar su tarea, liberando de ataduras a sus
semejantes
para que no sufran penalidades y sean plena y
felizmente humanos.
Ahora vemos que para pertenecer al grupo de los
discípulos de Jesús
no basta con llamarse cristiano, porque la única
acreditación válida
que sirve tanto a creyentes como a agnósticos o
ateos,
es la dedicación efectiva a hacer más justa y
digna la vida de todos.
Jesús, el liberador por excelencia, nos pidió
que hiciéramos como él,
que nos diéramos a los demás sin reservas.
El mismo Jesús, la noche en que iban a
entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Recordamos la vida de tu hijo Jesús, y nos
proponemos imitarle.
Lamentamos su cruel muerte, paradigma de las
injusticias humanas,
y nos alegramos de que viva ya contigo y por
siempre, plenamente feliz.
Padre Dios, Te suplicamos nos infundas tu
Espíritu, el que guió a Jesús,
para que vivamos comprometidos con la
implantación de tu Reino
y colaboremos con todas las personas de buena
voluntad
en hacer un mundo de iguales, donde impere
realmente la justicia.
Verdaderamente es una tarea ingente, que nos
supera, Señor.
Además cada día damos lugar a que haya más
empobrecidos en la tierra.
No queremos reservarnos esperando que se
presenten los grandes retos.
Como mínimo nos proponemos participar como uno
más,
apoyando con nuestra firma y voz cualquier causa
que nos parezca justa.
Prometemos hacer más felices a nuestros prójimos
más próximos,
sin distingos, haciendo un favor cualquiera con
una sonrisa,
o abriendo las puertas de casa a quien lo
necesita.
Danos un corazón tan grande como el de Jesús,
para que nos sintamos de verdad hermanos de
todos nuestros hermanos.
Vamos a rezarte ahora la oración que nos enseñó
Jesús
y te invocaremos como Padre, Padre nuestro y de
todos, sin excluir a nadie.
Queremos rendirte, Señor, un permanente homenaje
de gratitud.
AMÉN.
Rafael Calvo
Beca
PRINCIPIO
Alrededor de tu mesa, agobiados por nuestra
mediocridad, hambrientos,
acudimos a ti porque te necesitamos.
Gracias, Padre, porque siempre nos comprendes,
nos acoges y nos invitas.
Por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Hemos recibido tu Palabra,
y estamos aquí porque aceptamos la misión de
Jesús.
Que nuestro pan y nuestro vino que ponemos en tu
mesa
signifiquen nuestro deseo de entregarnos
plenamente al Reino.
Por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por el Pan y la Palabra.
Gracias por la Eucaristía, sin la cual no
podríamos vivir al estilo de Jesús.
Te damos gracias por todo lo que nos regalas,
sobre todo por Jesús, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta