LECTURAS
Segundo domingo después de Navidad
ECLESIÁSTICO 24, 1-4 y 12-16
La sabiduría hace su propio elogio,
se gloría en medio de su pueblo.
Abre la boca en la asamblea del Altísimo
y se gloría delante de sus Potestades
En medio de su pueblo será ensalzada
y admirada en la congregación plena de los santos.
Recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos
y será bendita entre los benditos.
Entonces el creador del universo me ordenó,
el Creador estableció mi morada:
"Habita en Jacob, sea Israel tu heredad".
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y no cesaré jamás.
En la santa morada, en su presencia ofrecí culto
y en Sión me estableció;
En la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad.
Al Libro del Eclesiástico se le suele llamar actualmente
"El Sirácida", porque es obra de Jesús hijo de Sira; lo
dice así el libro al final. Probablemente se trata de
una "familia de sabios". El último de la saga, Jesús,
pone por escrito en griego la sabiduría recibida de
generaciones anteriores. Era un libro tan leído en la
iglesia antigua que recibió el nombre de "El
Eclesiástico". Se escribe, muy probablemente, entre el
año 190 y el 130 antes de Cristo, en Egipto.
El libro no fue admitido en el Canon judío, pero sí muy
respetado por la literatura rabínica, admitido por el
Canon cristiano y muy utilizado por el autor de la carta
de Santiago. Toca todos los temas propios del AT. Y con
el estilo y la mentalidad más propia (diríamos que más
antigua) de él.
Es éste un típico "Libro de Sabiduría", una recopilación
de escritos de escuela, pensamientos que revelan la
sabiduría acumulada por la reflexión y la experiencia.
Se presenta a la Sabiduría de Dios como si fuera una
persona. Los humanos compartimos esa sabiduría cuando
respetamos a Dios y cumplimos la ley.
La Sabiduría divina se presenta como un personaje
independiente de Dios, hasta el punto de que Dios mismo,
el Creador, le da órdenes, y Ella le rinde culto. Por
tanto, quienes ven en este tipo de textos una pre-anuncio
de la Trinidad se equivocan. Nada más ajeno a la
fortísima fe de Israel en la unicidad de Dios.
La Sabiduría divina reside en Israel, en la Morada, en
Jerusalén, y echa raíces en el Pueblo. El texto es
furiosamente nacionalista: “los escogidos”, “habita en
Jacob”,”sea Israel tu heredad”, “la santa morada”, “en
Sión me estableció”, “la ciudad escogida”. Y el final:
“eché raíces en un pueblo glorioso en la porción del
Señor, en su heredad”.
Rezuma la fe de Israel de qué él es el pueblo elegido,
privilegiado, y los otros pueblos no lo son. El AT irá
en algunos textos más lejos aún: es el pueblo elegido y
privilegiado contra los otros pueblos.
A partir de esta ideas, la Iglesia se considera a sí
misma como ”el pueblo glorioso, la porción del Señor, su
heredad” con exclusión de los demás. Pero esta línea de
pensamiento fue desmontada expresamente por Jesús, muy
especialmente en las palabras del Bautista sobre “somos
hijos de Abraham” (Mat 3,12), en la admisión al banquete
escatológico (Mt 8,11) y sus paralelos.
EFESIOS 1, 3-6 y 15-18
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones
espirituales, en el cielo. Ya que en Él nos eligió antes
de la creación del mundo, para que fuésemos santos e
irreprochables en su presencia, por amor. Nos predestinó
a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo, conforme a
su agrado; para alabanza de la gloria de su gracia de la
que nos colmó en el Amado.
Por lo que yo, que he oído hablar de vuestra fe en
Cristo, no ceso de dar gracias por vosotros,
recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé
espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo e
ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis
cuál es la esperanza a que os llama y cuál la riqueza de
la gloria que da en herencia a los santos.
Esta carta (o tratado), de enorme riqueza temática,
empieza por este párrafo exaltado, una especie de himno
de bendición, en el que se cruzan muchos de los grandes
temas teológicos propios de Pablo.
Se presenta a los cristianos como elegidos para la
santidad, para ser hijos, para conocer a Dios, herederos
de la riqueza del conocimiento de Dios. El texto de hoy
está traído aquí sin duda por la frase: "que el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé
espíritu de sabiduría y revelación para
conocerlo". Se entronca así con el tema de la Sabiduría
expuesto en el texto del Eclesiástico.
Esta que conocemos como “carta a los Efesios” plantea
muchos problemas sobre autenticidad paulina, sobre los
destinatarios, etc. Es un tratado admirable, pero no
obstante se pide que quienes hemos de predicar sobre
este texto tengamos “espíritu de sabiduría y prudencia”
y no saquemos conclusiones personales disparatadas
aislándolos de sus contextos.
Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, como
tantas veces en las dedicatorias de Pablo, y es llamado
después “el Dios de nuestro Señor Jesucristo”. Son
expresiones que la cristología tradicional suele
esquivar.
Se sigue usando la fórmula “hijos adoptivos”, lo mismo
que en Romanos 8,15, y en contraposición a las
expresiones de los evangelios y las cartas de Juan, muy
especialmente en 1 Jn 2 ss.
José
Enrique Galarreta, S.J.