La tercera ola
por Alvin Toffler
Compendio de Manuel Calvo Beca
20. EL
RESURGIMIENTO DEL PROSUMIDOR
Grandes cambios históricos quedan simbolizados en
pequeñas alteraciones del comportamiento cotidiano.
Cuídate
A
principios de los setenta apareció en las farmacias de
los países europeos un equipo para practicar en casa la
prueba del embarazo. “Hágalo Vd. misma”. En 1980
millones de mujeres a ambos lados del Atlántico
realizaban rutinariamente un trabajo de médicos y
laboratorios: el manejo del estetoscopio, la toma de la
presión arterial, el análisis de mama y las pruebas de
Pap y hasta pequeñas intervenciones quirúrgicas. La
gente hace cursos para cuidar a sus hijos.
En
1972 se vendían pocos instrumentos médicos. Hoy se
fabrican especialmente para el hogar otoscopios e
irrigadores de nariz. Y no sólo en el cuidado de la
salud. El autoservicio y el bricolaje es participar en
lo que el profesional, comerciante y fabricante, hacían.
La
economía invisible
Durante la primera ola la mayoría de las personas
consumían lo que ellos mismos producían. Eran lo que
puede contraerse en “prosumidores”.
La
revolución industrial, con su fabricación masiva, en
serie, separó a productores de consumidores e intercaló
entre ambos el mercado, dédalo de canales a cuyo través
lo que yo fabrico usted consume, y viceversa.
No
totalmente: antes podía sobrar producción para llevarla
al mercado, como hoy sigue habiendo quienes producen
algo para consumirlo.
Otra forma de considerar la economía es dividirla en dos
sectores: el sector A comprende el trabajo no pagado que
realizan las personas para sí, para sus familias o para
las comunidades en que viven; el sector B comprende la
producción de bienes y servicios que se venden o
permutan a través del mercado.
En
la primera ola, la agrícola, el sector A era casi la
totalidad, el B era mínimo. En la segunda ocurría lo
contrario. El sector B era enorme y los economistas se
olvidaron de la existencia del sector A. El
prosumidor vino a ser invisible. El trabajo de las
mujeres en casa se ignora, aunque ese trabajo mantiene
vivo el sistema: la continuidad de la especie y su más
elemental educación.
La
productividad del sector B depende del A. Los
economistas siguen recogiendo datos de las transacciones
del sector B y consideran al A ajeno a la economía. Pero
la importancia del sector A y del prosumidor se abre
paso.
Obesos y viudas
La
Phobics Society
la
forman personas que tienen miedo a salir de casa.
Grow reúne a antiguos pacientes mentales que también
se unen para ayudarse. Padres de Gays y Lesbianas,
es una asociación que están formando en 22 Estados los
que se encuentran en esa situación, para ayudarse. En
Gran Bretaña, Depresivos Asociados ha abierto 60
grupos. Se están creando en todas partes
Asociaciones de Adictos Anónimos, del pulmón negro
[¿fumadores?], Padres y madres sin hijos,
padres de gemelos, Viuda con viuda. Y otras de
tartamudos, de personas con tendencias suicidas, de
obesos, anoréxicos, etc.
Recelan de los especialistas que podrían asesorarles y
prefieren el consejo y la ayuda de los que tienen el
mismo achaque. Esto no es raro, pero sí sorprende la
rapidez con que se crean estas asociaciones. El Human
Service Institute estima que en USA existen ahora
[1980] más de medio millón de estas agrupaciones, una
por cada 435 habitantes, y cada día se forman otras.
Unas para el asesoramiento mutuo, otras para ayudar a
las personas con esas dificultades, o desempeñar un
papel político, propugnando cambios en la legislación o
regulaciones fiscales. Algunas tienen un carácter
semirreligioso. Las hay que forman comunidades, viven
juntos. Como esas familias ampliadas y empresas
familiares de las que ya se ha hablado.
Estos grupos se extienden o se unen a Asociaciones de
otros países. En ellas participan psicólogos, asistentes
sociales y médicos que pasan de ser expertos
impersonales que todo lo deben saber al papel de oyente,
aprendiz, maestro y guía de los demás. Grupos de
voluntarios formados originariamente para ayudar a
otros, como aprenden tanto de ellos desembocan en grupos
de ayuda mutua.
Del consumidor pasivo se está pasando al prosumidor
activo. Este cambio alcanza significado económico.
También lo promueven las grandes empresas. Al
incorporan al consumidor en la fase final de la
producción, en parte gracias a las nuevas tecnologías,
abaratan los costes, bajan los precios y venden más.
“Hágalo usted mismo” [movimiento “hum”]
En
1956 la American Telephone & Telegraph Company ante la
avalancha de comunicaciones introdujo la tecnología que
permitía al usuario marcar el número para las
conferencias de larga distancia. Hoy, incluso con países
de ultramar.
En
1973 las subidas de las gasolinas indujo a las
gasolineras a establecer el sistema de autoservicio. De
un 8% en 1974 pasó en Usa al 50% en 1977. Similarmente
en otros países.
En
los mismos años se introdujo el cajero automático en los
Bancos. Y los supermercados. Con la rebaja de unos
céntimos en la operación o en la compra el consumidor se
paga a sí mismo el trabajo del empleado. Los comercios
de superdescuento tienen precios rebajados y muy pocos
dependientes, casi nada serviciales.
Aumenta el número de cosas que se venden en piezas para
que uno las monte en casa. En el folleto de
instrucciones de un frigorífico hay un número de
teléfono desde el que un empleado, enterado de las
señales de la avería, te dice qué debes hacer para
arreglarlo, mientras uno y otro miran en sus pantallas
el diagrama del modelo. Sólo en 1978 Whirlpool atendió
150.000 de estas llamadas. Se reservaría el mecánico
reparador para tareas importantes.
Siempre ha habido quienes hacían esas reparaciones en
casa. Ahora lo que impresiona es el número, cada vez
mayor, de los que lo hacen. En 1970 en Usa el 30% de las
herramientas eléctricas se vendían a no-profesionales.
En 1980 ya se habían invertido las cifras. El
profesional era el del 30% y el aficionado el 70%.
[Habría que saber si lo de aficionado significa
“afición” u otra cosa].
Otro hito se alcanzó en Usa entre 1974 y 1976: por
primera vez la mitad de los materiales de construcción
se vendieron a particulares y no a empresas del sector.
Y esto sin contar las compras de menos de 25 dólares,
que importaron 350 millones de dólares. Mientras los
gastos totales en materiales de construcción subieron un
31% durante la primera mitad de los años setenta, los de
particulares lo hicieron en más del 65% y con el doble
de rapidez.
Antes estos trabajos manuales se veían mal en la clase
media, ahora se hacen con el orgullo de ser
autosuficientes. Escuelas, Facultades y Editoriales
ofrecen cursos y libros que enseñan los fundamentos de
distintos oficios.
También en Europa, con variantes basadas en el
temperamento nacional. Más hum en el centro y norte que
en el sur. Varias razones influyen: La económica, la
dificultad de encontrar profesionales y que sean buenos.
Los trabajos artesanos se han encarecido sobre los
automatizados.
Mucho más ricas han de estar unas patatas fritas
artesanas que las de una marca nacional conocida, -y no
suele ser el caso-, si éstas cuestan la mitad. Como los
servicios seguirán subiendo de precio, aumentará el
número de cosas que pasen del mercado al prosumo y al
hum.
Propios y extraños
Las empresas tienen más éxito cuando trabajan con los
clientes en el diseño de lo que éstos quieren que cuando
lo estudian ellas solas.
Hay dos clases de productos: de dentro a afuera y de
fuera a dentro. Estos, los definidos por el cliente, son
los de mayor éxito. Para individualizar la producción,
necesitamos la participación de los clientes.
La
Computer-aided Manufacturing (CAM) se esfuerza por
automatizar la producción de forma que los clientes
puedan introducir desde su casa las especificaciones que
quieran para ellos: y el ordenador se lo hará. “Hoy
usted maneja máquinas automáticas”. Realidad todavía
lejana, pero de la que existen o están en marcha muchas
partes del proceso.
Estilos de vida del prosumidor
El
mercado es consecuencia de la división de producción y
consumo, división que ahora va desapareciendo. La
economía anterior al mercado, el trueque entre
prosumidores, sin intermediarios, no volverá a existir.
El mercado quedará, aunque reducido, en la medida que
aumente el número de prosumidores y disminuyan los
intermediarios, comerciantes y profesionales de
servicios. Una nueva economía que será una refundición
de la agrícola y la industrial.
El
auge del prosumidor está y estará fomentado por
·
el
coste creciente de los servicios,
·
la
posibilidad de utilizar la tecnología de la tercera ola,
·
los problemas de desempleo que ocasiona esa tecnología,
·
el
avance hacia la desincronización y la jornada laboral
parcial,
·
la
aparición del hogar electrónico y las formas ampliadas
de familia.
La
entrada de dos sueldos en una casa y el aumento de los
desempleados que hoy desean trabajar, puede muy bien ir
seguido de una disminución de horas por trabajador.
La
disminución de las horas contratadas no significará más
ocio, si algunas de ellas se utilizan para el prosumo.
En la tercera ola cabe que parte del tiempo se trabaje
para el prosumo y parte para el mercado (sea como
autónomo o en una empresa). Así sucedía en los primeros
tiempos de la era industrial cuando muchos empleados
seguían cultivando su propiedad agrícola para el consumo
propio. Esto sigue sucediendo en muchas partes del
mundo, con tecnologías primitivas. Y esto podrá suceder
cuando la tecnología permita autoequiparse trajes,
pequeños muebles y arreglar el propio coche en los ratos
de “ocio”, que ya no serán tales, sino de prosumo.
Incluso se podrá medio construir el coche, con
especificaciones personales, con un ordenador y el
teléfono. Pero ya la Bradley Automotive ofrece el
“equipo Bradley GT, que le permite montar su propio
coche deportivo de lujo. Las piezas vienen medio
montadas y él termina de ensamblarlas.
Cabe imaginar una generación de gente asalariada a
tiempo parcial, ansiosa de utilizar sus manos en un
hogar equipado de baratas minitecnologías con las que se
construye gran parte de lo que necesita. Puede depender
menos de un salario porque compra menos cosas.
Los mormones de América tienen un estilo de vida que
puede ser un indicio del futuro de muchas personas. Un
grupo o diócesis de mormones tiene una granja donde van
a trabajar los de las ciudades. Producen alimentos que
consumen y entregan a mormones necesitados; los envasan
y conservan para todo el año. Aportan dinero a su
Iglesia o trabajo voluntario, construcción de casas, por
ejemplo.
Hoy se han preparado genéticamente semillas para la
producción urbana, en casas y apartamentos, hay máquinas
sencillas para trabajar el plástico, el ordenador nos
permite trabajar a distancia. Todo esto irá cambiando
nuestro estilo de vida hacia trabajos más creativos,
distraídos y provechosos económicamente. Irá cambiando
el sistema económico de la sociedad y condicionará
nuestros valores y preferencias.
Economía de la tercera ola
La
tan deplorada decadencia de la ética protestante del
trabajo quizás se deba a la desviación del trabajo hacia
las propias necesidades, trabajo descrito en los
párrafos anteriores. [Una ascética dedicación al trabajo
duro, si era seguida del éxito social y económico, se
tomaba como señal de predestinación en el calvinismo
inglés exiliado a los Estados Unidos. Esta ascética
calvinista coincidía con el espíritu de la era
industrial. Lo que va entre corchetes sólo está
insinuado en Toffler.]
Trabajar de firme sólo lo hacen los japoneses, dicen en
EE. UU. Pero en Japón se dice que ya sólo trabajan de
firme los surcoreanos. Y es así en todos los países
mientras están pasando de la agricultura a la industria.
El paso a la tercera ola retrae de ese esfuerzo que
supone la era industrial y lo dedica al prosumo.
Los economistas, para salir del desconcierto actual del
que hablan, tendrán que utilizar nuevos modelos:
medir y considerar como productividad lo que se
realiza en el sector A (el que no se cobra ni llega al
mercado, la economía invisible) y no sólo el trabajo
pagado y la productividad del sector B, del mercado,
como venían haciendo). Los psicólogos y sociólogos
advertirán que la estructura misma de la personalidad
está cambiando.
Bajan los servicios porque la experiencia y la
motivación de los consumidores los asume. No sólo los
que realiza para el intercambio sino los que produce
para su propio consumo. Las cifras del PNB convencional
no son significativas mientras no incluyan los bienes y
servicios producidos por el sector A y los prosumidores.
Los servicios gratuitos de las Asociaciones de mutua
ayuda disminuyen los costes de la sociedad en esos
problemas. Por ejemplo, el alcoholismo cuesta a la
industria norteamericana veinte mil millones de dólares
en tiempo de producción. En Polonia o la Unión
Soviética, donde esta enfermedad se halla más extendida,
el coste del absentismo debe ser aún mayor, sin hablar
de los sanitarios.
Otros factores del trabajo no pagado del sector A
influyen también en la productividad del sector B. Las
habilidades sociales y la dedicación al trabajo
aprendidas en la vida familiar favorecen la
productividad del sector B. La instrucción, la cultura,
el dominio de una lengua común, tan necesarios, proceden
en gran medida del interés y la ayuda de la familia y de
las asociaciones del sector A.
Cambia también la definición de
eficiencia.
Los economistas comparan formas alternativas de producir
en la industria el mismo producto o servicio. Y no se
compara con lo que costaría producirlo en el sector A.
No se tienen en cuenta los efectos negativos del trabajo
en las empresas. Además de los costes de traslados y
grandes instalaciones, cuando se presiona a trabajadores
y ejecutivos desde fuera se les produce estrés, que
causa enfermedades, rupturas familiares o ingestión de
alcohol.
El
trabajo del sector A, el de casa, se hace por iniciativa
propia, con tranquilidad, sin presiones, de principio a
fin, íntegramente, hasta ver los resultados, el logro
personal, algo más que la mera utilidad que proporcione
lo producido.
Si
una persona vive parte en un sistema (el mercado) y
parte en otro (el prosumo), ¿qué significado tienen
conceptos como renta y desempleo? Si en una de esas
Asociaciones se autoayuda, ¿tienen sentido los conceptos
de pobreza y beneficiencia? ¿Tiene sentido el
despilfarro burocrático si la gente puede ayudarse a sí
misma?
Las sociedades de la segunda ola han intentado resolver
el problema del desempleo de mil maneras: resistiéndose
a la nueva tecnología, impidiendo la inmigración,
aumentado las exportaciones, empleando en obras públicas
poco necesarias, reduciendo las horas de trabajo,
aumentando la movilidad de la mano de obra con
intercambios entre sectores y con deportaciones, incluso
sosteniendo guerras, propias o ajenas, para estimular la
economía. Sin embargo el problema sigue cada día más
difícil y complejo.
Las personas que trabajan para el sector A son tan
necesarias como las del mercado: ¿por qué no reciben un
salario? El auge del prosumidor alterará el pensamiento
económico. Seguirá la competencia entre patronos y
obreros, pero otros problemas la irán sustituyendo. La
concesión de licencias de construcción y otras
semejantes se limitará para que el prosumidor no reste
trabajo a empresas y profesionales. Pero el paciente es
imprescindible en la tarea médica de reducir su obesidad
o la adicción al tabaco; y el padre no puede ser
excluido de los problemas educacionales de sus hijos.
Estos efectos en la economía se derivarán del hecho
masivo histórico de que los consumidores arrebaten al
mercado la exclusividad de producir todo lo que
consumen.
El
fin de la exclusividad del mercado
Ha
pasado inadvertido que ha terminado el proceso histórico
de construcción del mercado, aunque el mercado continúe
entre nosotros. Un punto de inflexión que la teorías
económicas, tanto capitalista como socialista, no han
detectado porque no encaja en ellas.
La
especie humana se ha pasado por lo menos diez mil años
construyendo la red de intercambio mundial. El proceso
ha avanzado con acelerada velocidad en los últimos
trescientos años. Como un gran oleoducto. Hasta
entonces, los mercaderes, mayoristas y detallistas,
banqueros prestamistas y mercenarios, constituían una
red rudimentaria de pequeñas cañerías. El oleoducto se
construyó empleando tremendas energías, de tres modos.
1.
Mercaderes y mercenarios de la segunda ola se
extendieron por el mundo, invitando o forzando a
ingresar en el mercado, produciendo más de aquello que
podía ser vendido a otros países y prosumiendo menos,
importando lo que consumían. Indígenas africados
autosuficientes se vieron obligados a cultivar
determinadas plantas y a extraer cobre. Campesinos
asiáticos tuvieron que sangrar árboles caucheros en vez
de producir sus alimentos. Los sudamericanos plantaron
café para Norteamérica y Europa.
2.
La vida se comercializó. No sólo más poblaciones, sino
más bienes y servicios se incorporaron al mercado.
3.
La red se hizo más compleja, las transacciones se
multiplicaron. Una pastilla de jabón, para ir del
productor al consumidor, hubo de pasar por más
intermediarios. La red se amplió con nuevas
ramificaciones, tubos y válvulas.
Poca gente queda por introducir al mercado. Los cientos
de millones de labradores que en régimen de
supervivencia trabajan en los países pobres, se hallan
al menos parcialmente integrados en el mercado y en su
concomitante sistema monetario. El mercado no crece en
extensión pero sigue absorbiendo beneficios y puede
incluir nuevos bienes y servicios [modo 2].
La
creciente complicación del oleoducto está costando más
que la misma producción. Y las nuevas tecnologías
activadas por el consumidor aumentan los productos que
escapan de los catálogos de venta y de las redes con más
intermediarios. La mercatización toca a su fin, si no en
nuestro tiempo, sí poco después.
El
mercado no son sólo los productos
El
mercado no lo forman los productos sino la estructura
por la que circulan. La manera de pensar, la ética y las
expectativas de que los pedidos serán entregados y
pagados, forma parte de esa estructura, que es
psicosocial y no simplemente económica.
Interrelacionando a millones de personas, el mercado
produjo un mundo interdependiente, en el que integrarse
a él era progresivo y autoabastecerse, retrógrado.
Difundió el vulgar materialismo de creer que la
motivación económica constituía la fuerza primaria de la
vida; que lo contractual, en el matrimonio y en el
contrato social agotaba la existencia humana. Era el
tono (pensamiento y valores en alza) de la segunda ola.
Que dos personas, cada una en un extremo del planeta,
formalizaran un contrato comercial, era fruto de ese
adiestramiento para desempeñar los papeles de comprador
y vendedor que había difundido la civilización
industrial.
Podría pensarse que esta complicada estructura de
relaciones humanas fue el logro más importante de la
segunda ola, empequeñeciendo incluso el papel de sus
espectaculares logros tecnológicos. Esa estructura,
esencialmente sociocultural y psicológica puede
compararse, -con independencia de los bienes y servicios
que circulaban por ella- con la construcción de las
pirámides egipcias, los acueductos romanos, la muralla
china y las catedrales medievales.
La
construcción del mercado ha terminado. Habrá que
mantenerlo, renovarlo. El sistema dependerá cada vez más
de la electrónica, la biología y de nuevas técnicas
sociales. Se necesitarán recursos, imaginación y
capital. Pero no tanta energía, ni material ni personas
como el proceso original de construcción.
La
tercera ola producirá la primera civilización de “transmercado”.
No será un paso atrás la vuelta a comunidades aisladas.
Una civilización que depende del mercado pero que no se
ve consumida por crearlo y puede dedicarse a una nueva
agenda.
Y
como los que vivieron en el siglo XVI no podían imaginar
lo que la ola que venía iba a cambiar la tecnología, la
política, la religión, el arte, la vida social, el
derecho, el matrimonio o el desarrollo de la
personalidad, hoy nos resulta difícil imaginar los
efectos a largo plazo del fin de la creación del
mercado.
Veremos, o verán, nuevas religiones, obras de arte no
imaginadas hasta ahora, fantásticos avances científicos,
especies nuevas de instituciones sociales y políticas.