PREVARICACION
El Papa,
revestido de blanco fundamentalismo, visitó Africa y
culpabilizó a millones de enfermos porque “el preservativo
no ayuda al problema del sida, sino que lo agrava” Debe
apostarse por la abstención sexual como si de una castración
se tratara.
Esa
actitud-maría-goretti enaltece al hombre frente a un dios
obsesionado con la entrepierna del mundo. El Papa, sin duda
aconsejado por sesudos asesores, debe conocer con exactitud
lo que es un preservativo. Su afirmación por tanto encierra
una prevaricación pontificia.
Como
fidelidad inquebrantable a una recriminación insostenible,
por más benedictina que sea, surgieron los científicos de
solideo siempre arrodillados, de iniciativa amputada cuando
de adhesiones inquebrantables se trata, asegurando que el
preservativo posee una porosidad que deja camino libre al
virus del sida porque éste lo atraviesa aprovechando su
diminuto tamaño.
Estos
obispos, conscientes de su atrevimiento científico,
defienden una prevaricación risible. Lo he dicho otras
veces: no me preocupa que ciertos obispos sean de derechas o
de izquierdas. Me preocupa sencillamente que sean obispos.
Me preocupa la descerebración absoluta que sostiene mitras
orgullosas de ostentar el monopolio de la verdad.
Y en
estas aparece el arzobispo de Granada. Rodeado de alhambras
bordadas, de generalifes nostálgicos, de darros asombrados,
nos despierta con su grito redentor: el preservativo no sólo
no evita el maldito virus, sino que ayuda a su propagación.
Sepan los que lo sufren que son enfermos bajo su
responsabilidad, que su muerte es un suicidio castigado por
un dios enamorado de las cruces de mayo en los patios
andaluces. Sea porque lo usan, sea porque no lo usan, están
condenados por su propia actitud sexual.
Y esta es
una prevaricación manipuladora, usada como arma contra
conciencias débiles, sometidas a golpe del báculo dorado. El
arzobispo de Granada, al lanzar esta afirmación, no hace de
su palabra una “polémica” afirmación. La convierte en una
actitud miserable, antihumana, despreciable y en
consecuencia anticristiana.
Frente a
la OMS, a los científicos, a teólogos consecuentes, a
cristianos que no confunden sexo y evangelio, los obispos se
yerguen en salvadores del mundo en nombre de un dios no
importa si prostituido, no importa si tergiversado, si
traicionado no importa. Habrá que construir alguna vez un
monumento con cúpula “preservativa” para honrar a tanto
prevaricador ungido.
Cada
mañana el cuerpo prepara hechuras para la aventura siempre
limpia y oscura de vivir. Se pone en pie la esperanza por el
horizonte, se ilumina el amor florecido entre las venas y
hasta nos puede sorprender la muerte como encuentro supremo
del hombre consigo mismo. Cada tarde se despiden millones de
seres humanos. Los nardos morenos también mueren. Me lo dijo
la otra tarde Antonio Vega amortajado de guitarras.
Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com