EVANGELIOS Y COMENTARIOS   

                             
                              

 

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VIGILIA  PASCUAL

 

 

Mateo 28, 1-10

 

 

El centro de esta vigilia no es Jesús, sino el fuego y el agua. Ya tenemos la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año. Son los dos elementos indispensables para la vida.

 

Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no puede haber vida: luz y calor. El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo, incluido el hombre, es agua.

 

Recordar y renovar nuestro bautismo, es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy el fuego y el agua simbolizan a Jesús porque le recordamos como Vida. En el prólogo del evangelio de Juan dice: “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”.

 

La vida que esta noche nos interesa, no es la física (bios), ni la síquica (psiques), sino la espiritual y trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas vidas, nos hemos armado un buen lío con la resurrección de Jesús.

 

La vida biológica no tiene ninguna importancia en lo que estamos tratando. “El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”.

 

La biológica y la síquica tienen importancia, porque son las que nos capacitan para alcanzar la espiritual. Sólo el hombre que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina.

 

Nuestra conciencia individual tiene importancia sólo como instrumento, como vehículo para alcanzar la Vida definitiva. Una vez que se llega a la meta, el vehículo pierde toda importancia.

 

Lo que estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva que es la Vida de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna.

 

Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y sicológica, porque es lo que nosotros podemos sentir, es decir, descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad.

 

Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, sólo puede ser objeto de fe.

 

Para los apóstoles como para nosotros se trata de una experiencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren que tiene que estar él VIVO. Sólo a través de la vivencia personal podemos aceptar la resurrección.

 

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Cristiano es el que está constantemente muriendo y resucitan­do. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina.

 

Tenemos del bautismo una concepción estática que nos impide vivirlo. Creemos que hemos sido bautizados un día a una hora determinada y que allí se realizó un milagro que permanece por sí mismo. Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento.

 

Todos los sacramentos están constituidos por dos realidades: un signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver, oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo.

 

En el bautismo, la realidad significada es esa Vida divina que significamos para hacerla presente y vivirla. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero el alcanzar y vivir lo significado es tarea de toda la vida. Todos los días tengo que estar haciendo mía esa Vida. Y el único camino para hacer mía la Vida de Dios que es AMOR, es superando el ego-ísmo, es decir, amando.

 

 

 

Meditación-contemplación

 

Yo soy la resurrección y la vida.

Resurrección y vida expresan la misma realidad,

no son cosas distintas.

No hay Vida sin resurrección y tampoco resurrección sin Vida.

En la medida que haga mía la Vida,

estoy garantizando la resurrección.

..................

 

No te preocupes de lo que va a ser de ti en el más allá.

Además de ser inútil, te llevará a una total desazón.

Lo importante es nacer de nuevo

y vivir desde esa nueva VIDA.

Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte.

...................

 

Deja  que la VIDA que ya está en ti, se haga realidad.

Deja que todo tu ser quede empapado de ella.

Deja que Dios Espíritu (fuerza) sea tu ser.

Entonces podrás decir como Jesús:

Yo y el Padre somos uno.

 

 

 

 

 Marcos Rodríguez

 

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