TAN EQUIVOCADOS COMO LOS DISCÍPULOS
La escena sucede cerca de Cesarea de Filipo,
una localidad a treinta kilómetros al norte
del lago de Genesaret, enteramente gentil en
tiempos de Jesús.
El suceso está presente, con algunas
variantes, en los tres sinópticos y falta en
Juan. Se trata evidentemente de una prueba,
a la que responde, en nombre de todos,
Pedro.
"El Mesías", se completa con una confesión
adicional "el Hijo de Dios vivo", que parece
ir más allá de la fe tradicional de Israel,
como apuntando a la peculiar y única
relación de Jesús con el Padre.
Esta es una confesión propia de Mateo.
Marcos dice simplemente "Tú eres el Cristo",
y Lucas "Tú eres el Cristo de Dios".
El texto puede mostrar por tanto la
progresión de la fe en Jesús que se da ya en
la comunidad de Mateo, aunque no hay que
olvidar que es precisamente la pregunta del
Sumo Sacerdote en la noche de la condena de
Jesús. En ella, los tres evangelistas ponen
en boca del que pregunta la expresión "el
Hijo de Dios - el Hijo del bendito". La
expresión "Hijo de Dios", parece por tanto
referirse a la manera judaica de entender,
sin la connotación joánica de "el Verbo
Encarnado".
Los versos siguientes "Tú eres Pedro y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia" están
ausentes de Marcos y Lucas.
Algunos autores piensan que es una adición
posterior, trasladada aquí de un relato
paralelo a Juan 21,15 (el relato del Lago
Tiberíades después de la Resurrección). Sea
lo que sea, no cabe duda de que esta
expresión indica dos cosas:
·
en primer lugar, la posición preeminente de
Pedro dentro de la Iglesia primitiva (como
se subraya también en los relatos de la
resurrección y en su papel en los Hechos);
· en
segundo lugar, el cambio de nombre completa
la expresión "ni la carne ni la sangre te
han revelado esto". Se indica por tanto que
la Iglesia descansa en la fe en Jesús, obra
especial del Padre, más que en cualquier
otra cosa.
Curiosamente, la expresión "Iglesia" no
parece nunca más en los evangelios. Es
frecuente en Hechos, cartas de Pablo y
Santiago, cartas de Juan y Apocalipsis,
referida más especialmente a una iglesia
local que a la iglesia universal. Es muy
dudoso que Jesús mismo pronunciara esta
palabra.
"Pedro" es palabra griega correspondiente al
arameo "Kefas", que fue probablemente la que
dijo Jesús. "El infierno" es, en el texto
original "el Sheol", el lugar de los
muertos.
Así pues, el texto funda la iglesia en la fe
en Jesús, Pedro se hace portavoz de esa fe,
y mientras esa fe perdure, el poder de la
muerte (el Sheol) no podrá nada contra ella.
Entregar a alguien las llaves del palacio
significa - como en el texto de Isaías -
nombrarlo responsable, darle la autoridad
necesaria para ejercer su cargo. Pedro
recibe por tanto el cargo de "mayordomo del
Palacio", y el Palacio es "el Reino de los
Cielos".
El poder de atar y desatar apenas si tiene
antecedentes en la Escritura. En el contexto
rabínico se aplica a dictar una sentencia,
decidir una cuestión, imponer una obligación
o liberar de ella. En Mateo 18,18, la misma
expresión se aplica a toda la iglesia, no
sólo a Pedro, y en referencia a la expulsión
de alguien de la iglesia.
“Yo os aseguro: todo
lo que atéis en la tierra quedará atado en
el cielo, y todo lo que desatéis en la
tierra quedará desatado en el cielo”.
Jesús prohíbe a los discípulos que hablen de
él como Mesías. Esta frase está en contacto
con el famoso "secreto Mesiánico" de Marcos.
La interpretación normal es que Jesús no
quiere ser identificado con el concepto
habitual de Mesías. No hay que olvidar que
estas escenas se colocan después de la huida
de Jesús que despide a las multitudes tras
la multiplicación de los panes, cuando ve
que quieren hacerle rey.
El texto, por otra parte, está mutilado. Las
palabras siguientes de Jesús avisan a los
discípulos que el Mesías tiene que padecer y
morir, Pedro le reprocha esas palabras, y
Jesús le increpa violentamente, incluso
llamándole "Satanás, que piensas como los
hombres y no como Dios".
Este contexto - tan inmediato - muestra
claramente que la confesión de Pedro es más
bien mesiánica al uso normal de la gente, y
que Jesús está formando a los doce para una
comprensión verdadera del mesianismo, cosa
que no consigue por entonces, ni se
conseguirá hasta la venida del Espíritu,
como muestra muy bien la expresión de los
discípulos en Hechos 1.6 "¿es ahora cuando
vas a restaurar la soberanía de Israel?",
inmediatamente antes de la Ascensión.
Ante todos estos
matices, no podemos menos que asombrarnos de
la semejanza que existe entre aquella
situación y la historia entera de la
iglesia. Jesús anuncia un mesianismo y le
entienden otro, anuncia un poder y le
entienden otro, anuncia una distinción de
Pedro y le entienden otra.
Jesús es Rey, pero su reino no es de este
mundo. Y el papa será rey de este mundo, él
y la iglesia y el culto se vestirán con los
atributos externos de la realeza, e incluso
con algunos de sus poderes (o con poderes
más que reales).
Jesús anuncia la Buena Noticia del perdón y
la iglesia detenta el poder de perdonar: no
anuncia el perdón sino que administra el
perdón.
Pedro es señalado en la comunidad por su fe
y su amor, y la historia lo entenderá como
jefe con potestad suprema y única...
El tema es tan profundo que sólo vamos a
apuntarlo. En el fondo, se trata de diversas
concepciones de Dios.
Demasiadas veces Dios es presentado como el
Rey Todopoderoso al que todos se han de
someter, que tiene poder por ser Creador y
Amo, y está representado en el mundo por
Cristo y sus sucesores los Papas, a quienes
se debe obediencia total, en lo ideológico y
en lo moral y en lo político.
Pero en el Evangelio, Dios no es ése, ni es
ésa la misión de Jesús, ni por tanto la de
la Iglesia.
En el tema de "el poder de las llaves" no se
trata por tanto de una u otra concepción de
la jerarquía, sino de una u otra concepción
de Dios: el de Jesús o el del poder. Y cada
uno reflexione.
José Enrique Galarreta